Pedro y el vacío

Sorprende el vacío que los cargos socialistas cordobeses le hicieron a Sánchez, al que antes defendían como mesías

Pedro Sánchez pasó por Córdoba en su gira por sus 'españas'. Alto y galán, como él es, con una camisa blanca impoluta que a mí me quedaría como de camarero y a él le quedaba como de novio, y acompañado de la exministra Carmen Calvo, que emprende, cuando ya parecía de vuelta, un nuevo capítulo de su vida pública junto a este hombre que unos consideran una luz en medio de la honda noche socialdemocrata, otros un pecio al que agarrarse y no pocos un tarambana peligroso, amoral y mudable. Sánchez habló aquí de Portugal y dijo que ahí está el modelo de la izquierda, en la unión entre socialistas y comunistas. Dio pues a entender lo ya sabido: que si él vuelve a tutelar el PSOE colocará al partido muy cerquita de Podemos. O sea, que irá entrando en el triple escepticismo. Escepticismo con la Transición que el propio PSOE protagonizó, escepticismo con Europa y escepticismo con la unidad territorial de España. Posiciones que cualquiera que me lea sabe que abomino, pero que, de ser militantes socialista, hubiese ido a escuchar aunque sólo fuese para combatirlas. Como sólo milito en el club de fans de las croquetas de mi madre, me evito sin embargo elegir entre los candidatos, que tienen cada cual su tarea, pero no deja de sorprenderme el vacío que los cargos socialistas cordobeses le hicieron a Sánchez, al que hace unos meses defendían como el mesías y al que el martes despreciaron. Sólo los propios convencidos, una mezcla de juventud ardorosa y de políticos otrora bien pagados y hoy caídos en desgracia durante el 'duranato', se atrevieron a acompañarlo en su estancia cordobesa. Tristes entresijos en fin de una vida política que retrata al hombre en toda su ambición individual, en su falta de generosidad, en sus miedos y miserias y que hace soñar al cansado viandante, no militante pero sí tributario, en una ínsula Barataria en la que perderse hasta el final de los días. Aunque allí supongo que añoraría este teatrillo bufo del hombre por ser al cabo la auténtica realidad de lo que somos en nuestra lucha incesante por sobrevivir y sobresalir. La realidad no sé si nos hará libres pero al menos nos hace reales.

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