Pedrisco y el éxito

La garantía y la seguridad de alcanzar el éxito, que tanto preocupa ahora, no siempre están a mano

E L pobre Pedrisco pasaba un hambre atroz. Pedrisco es un personaje de la comedia de Tirso de Molina El condenado por desconfiado y ejerce la tarea de colaborar con el protagonista, el ermitaño Pablo, que vive en el desierto haciendo penitencia y alimentándose sólo de las yerbas del campo que le proporciona precisamente el propio Pedrisco. Embalado Pablo en su camino al cielo (al menos, eso es lo que pretende), sólo tiene el deseo de servir a Dios en la confianza de que sin duda conseguirá alcanzar el cielo. Luego, en el transcurso de la acción, las cosas se le torcerán por desconfiado y, en el fondo, egoísta, pero, mientras tanto, Pedrisco, que recibe los sermones de lo bueno que en la vida es ser santo porque te garantizas el cielo, no acaba de convencerse de que ese propósito conlleve necesariamente pasar hambre. ¿Por qué no comer y, al mismo tiempo, hacerse santo? Así las cosas, reza y suplica que el hambre me quitéis / o no sea santo en mi vida. / Y si puede ser, señor, / pues que vuestro inmenso amor / todo lo imposible doma, / que sea santo y que coma / mi Dios, mejor que mejor. Y en esas anda su preocupación, en simultanear la santidad y poder comer, en evitar la aparente contradicción de llevar el camino al cielo, pero, mientras tanto, poder comer algo que no sean sólo yerbas. ¿Dónde estáis, jamones míos, / que no os doléis de mi mal?

El recuerdo de los jamones que antes comía y que ahora, en estas circunstancias, no acuden a resolver a resolver sus problemas, es una referencia paródica de aquellos versos lastimeros de don Quijote cuando le reprocha a su Dulcinea que, estando herido (¿dónde estás, señora mía / que no te duele mi mal?) no acuda a socorrerle.

El intríngulis está en las garantías. ¿Seguro que, en no comiendo o en hacerlo sólo con yerbas, que a la postre viene a ser casi lo mismo, se asegura uno el cielo? ¿Y qué se conseguiría si los jamones acudiesen, como hubiera podido hacer Dulcinea, en auxilio del menesteroso? La garantía y la seguridad de alcanzar el éxito, que tanto preocupa a nuestra civilización cercana, no siempre están a la mano. Al ermitaño le costó la otra vida su desconfianza, pero el éxito los hizo fuertes, fueron capaces porque lo parecían, confirma Virgilio en la Eneida. Aunque para eso, como asegura el entender popular, hay que saber llegar a la hora del fraile. Nunca más apropiado que en este caso, que diría Pedrisco.

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