LLEVO años experimentando desde la sociedad civil con modelos espaciales de intervención política. Fabricando lugares para el encuentro y el diálogo, sin estructuras ni jefes ni militancias, más allá del concepto sectario, interesado y electoralista de los partidos políticos. Participé en Foro Andaluz. La primera vez que una asociación radical demócrata (y no un partido) se presentaba a unas elecciones. Inventamos el Taller de ciudadanía. Un espacio abierto y libre de democracia directa en el ámbito local. Entre las muchas plataformas en las que he intervenido, quiero destacar Andaluces por unas elecciones propias. Carentes de logística y dirigentes, un puñado de ciudadanos hemos presentado la iniciativa legislativa popular de mayor trascendencia política en la historia de la democracia andaluza. La última experiencia similar la viví el pasado 4 de diciembre en el Teatro Távora de Sevilla: Parlamentando por Andalucía. Convocados por conocidos y desconocidos, más de cien andaluces y andaluzas, conocidos y desconocidos, se limitaron a hablar y escucharse. Aunque lo parecía, no era ninguna novedad revolucionaria. La política espacial es el germen y la esencia de la democracia. Desde la Grecia clásica a las charlas al fresco. Pero ahora nos sorprende y casi nos asusta porque los partidos han fagocitado la política, acusando de social traición a quienes se atreven a intervenir sin su consentimiento. Por eso fue tan hermoso lo que ocurrió en el Teatro Távora. Todos asistimos atónitos a la inversión de los papeles habituales en una función teatral. Se callaron los actores y hablaron los espectadores. La mesa de los convocantes se situó en mitad del escenario. Allí se sentaron los conocidos Manuel Clavero, Manuel Pimentel (que estaba sin estar), Rojas Marcos, Salvador Távora y Francisco Casero, más los desconocidos Pepe, José Luis, Desirée, Inma y yo. Ninguno fuimos protagonistas. Nos limitamos a escuchar a conocidos como María de los Ángeles Infante, Francisco Ferraro o Juan Antonio Lacomba, y a desconocidos como Dolores, Inmaculada o Paco. Todos pertenecientes a la independiente y caleidoscópica sociedad civil. Cada uno de los 30 intervinientes respetó los 3 minutos de los que disponía para diseccionar los últimos 30 años de historia andaluza. Y entre todos formulamos unas conclusiones, mitad diagnóstico mitad remedio, que fueron aprobadas por 101 votos contra 2.

Me encantaría celebrar una segunda sesión de este Parlamento civil, como gusta llamarlo Salvador Távora. Mi admirado Pedro Ruiz Bermejo propuso hacerla coincidir con el 90º aniversario de la Asamblea de Ronda de 1918. ¿Qué mejor homenaje a Blas Infante y a quienes le apoyaron en la Junta Liberalista de Andalucía, como los cordobeses Ruiz Maya, Jaén Morente o Castejón? "Todo andaluz constituye la Junta Liberalista de Andalucía; por eso no tiene lista de afiliados, ni Comité. No es un cuerpo, sino un Espíritu. Carece de casa y de Estatuto. Y sea cual fuere el Partido al cual pertenezcan, pongan por encima de la disciplina dimanada de la voluntad de un jefe o de un Reglamento, su propia disciplina espiritual; oponiéndose siempre a que la conciencia cívica y el ideal de cada uno, se lleguen a sacrificar para satisfacer la disciplina denominada política".

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