El insurrecto

antonio Manuel

Papel de estraza

ÉL era hijo de emigrantes alpujarreños. De ellos heredó su capacidad de resistencia y el abrazo como actitud ante la vida. Curó el hambre de posguerra en las minas alemanas de carbón. Y regresó como capataz con la convicción de no volver a enterrarse hasta la muerte. Trabajó de pueblo en pueblo enlazándolos con raíles y carreteras. Antes de comenzar una obra, encargaba el rancho para toda la cuadrilla. Si el mesonero se negaba a fiarle, se dirigía a otro sin mediar palabra. Pero si aceptaba, conseguía su fidelidad comercial durante los meses de faena. Y un abrazo, siempre.

Explica Christian Felber en La economía del bien común: "La confianza es el mayor bien social y cultural que conocemos. La confianza es aquello que mantiene unida a la sociedad en lo más profundo, no la eficacia. Imagínese una sociedad en la que pudiera confiar plenamente. ¿No sería la sociedad con el mayor nivel de calidad de vida?". No hace tanto que los índices de paro y pobreza en Andalucía eran muy parecidos a los actuales. Pero me atrevería a decir que el nivel de vida era superior. Por supuesto, no en lo tangible, sino en la semejanza que enlaza a las almas, de la que hablaba Ibn Hazm.

Para muchas familias, Ítaca está al final de mes. Y para cada vez más, desde el principio. No tienen que comer, ni suelo donde dormir. Aunque seriamente deteriorados, se mantienen los lazos de ayuda entre la familia extensa. Gracias a ellos, el modelo de bienestar social no ha quebrado por fuera, aunque la carcoma del neoliberalismo lo haya raído por dentro. Todo el peso de la solidaridad intergeneracional recae sobre la clase media, ahora degradada a "media clase" a fuerza de soportar tributos y recortes. Ni jóvenes ni pensionistas sostienen objetivamente el sistema. Si la sociedad fuera pan de molde, me temo que se están acercando peligrosamente los extremos.

Para aumentar nuestro nivel de vida, restauramos la confianza. Aquella que se anotaba en papel de estraza y se colgaba anónima de un alambre. Los pueblos que confían en sí mismos resisten infinitamente mejor las adversidades. Y la desconfianza no es andaluza. El fomento de los comercios de barrio o el consumo de productos autóctonos, por ejemplo, son propuestas políticas de primera magnitud para salir de esta crisis. Y no sólo por su componente eco-identitaria, sino porque restauran la confianza dañada que necesita cualquier comunidad humana para mantener el abrazo como actitud ante la vida.

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