Fuera de cobertura

Elena Medel

Pan y peñas

MARCELINO Ferrero aconsejaría a Arthur Rimbaud que se levantara y anduviese. Que abandonase el cementerio y adquiriera un billete para un vuelo desde Barcelona, Bilbao o Vigo. Que se perdiese por las calles cordobesas y frecuentase los rincones del cante aliñado con salmorejo, los duelos de copla con rabillo en los ojos. Que se apañara una gorra de Cajasur, una camisa finita remetía en el pantalón, unos amigos llamados Rafa, Paco, Manué. Que dejase a la parienta en casa, liando croquetas. Y es que para qué ser rentista, culminaría Marcelino Ferrero, cuando puedes ser peñista.

A más de seiscientos mil euros cada ejercicio -hasta 2011, más una subvención para sobrevivir hasta diciembre- asciende el convenio entre el Ayuntamiento de la ciudad y la Federación de Peñas, esos discípulos de Jerjes armado con catavinos y fichas de dominó. Intervención dudó, y la Junta de Gobierno lo aprobó: arte y salero. La cantidad sostendrá actividades como la Batalla de las Flores, la Exaltación al Río Guadalquivir en Sanlúcar de Barrameda o el muy misterioso Día de Convivencia -¿ese macroperol de San Rafael en El Arenal?-, además de otras citas ineludibles -y con beneficios económicos- como la caseta de la Feria de Mayo o las imprescindibles verbenas.

Más de seiscientos mil euros cada año, hasta las próximas elecciones municipales; seiscientos veinte mil euros, pisa morena, para sus cosas, pisa con garbo.

En situaciones así los sentimientos se me encuentran, se confunden, ya no sé qué pensar. Yo aplaudo la bizarría del asunto, las necesidades de los solicitantes, la buena disposición de quienes aceptan y firman y sueltan la guita: me regalan material para este artículo.

También me divierten quienes montan en cólera y no mencionan, por ejemplo, que un convenio similar -aunque no sé si tan sustancioso- permite a la Agrupación de Cofradías algo más que subsistir.

Me entristece que una cantidad que solucionaría, qué sé yo, alguna caída porque una calle se disfraza de videojuego y trufa de obstáculos su recorrido, o los carriles bici difuminados en la ciudad o inexistentes, se destine a la exaltación de los tópicos más casposos de la Córdoba nuestra. Y es que -en el fondo- los seiscientos veinte mil euros suenan a premio de consolación: a quién importan el paro, la contaminación o el apocalipsis con un vinito fino de Montilla-Moriles en el buche. Ya se sabe: las peñas, con pan, son más.

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