Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre / Azaustre@yahoo.es

Palance vs. Bardem

HACE justo un año y veinte días que murió el actor Jack Palance. Recordarán quizá su rostro, su mandíbula exacta encaminada a una resistencia ante el directo, como si no hubiera puño en este mundo capaz de desencajar la sonrisa de Jack Palance. Tenía unos ojos duros, achinados, de matón belicoso y con malicia, sin esa hondura trágica de otro genio del ramo, el actor Charles Bronson. Jack, por el contrario, siempre se reía de sus rivales con esa media mueca, media burla, antes de soltar la dentellada. Jack Palance no sólo tenía pegada, sino que tenía dentellada, y por eso interpretó a Drácula, dotándole de un grado mayor de salvajismo que el muy salvaje, entonces, Christopher Lee. Elia Kazan supo, cuando le vio por primera vez, que Palance podría ser tan salvaje como el salvaje de Marlon Brando, y por eso le sustituyó para dotar a Kowalski de una brutalidad muy refinada. Jack, en el fondo, era una brutalidad muy refinada. Cuando en 1992, ya a los setenta años, obtuvo el Oscar por su papel en Cowboys de ciudad, regaló a Hollywood uno de sus mayores momentos legendarios, televisivos y épicos, porque el actor, que ya había sido candidato por otros dos papeles previamente, después de recoger su premio, echó al suelo su cuerpo de un hombre de setenta años y en esmoquin y comenzó a hacer flexiones con un solo brazo, ante el asombro universal del público. Parecía que Jack Palance, a sus setenta años, era capaz de pasarse haciendo flexiones sobre uno solo de sus brazos el resto de la velada de los Oscar, pero él mismo se encargó de poner fin a su hazaña con la siguiente reflexión: "Esto es realmente sencillo. En cuanto a las flexiones hechas con dos manos, podría pasarme toda la noche haciéndolas, y lo cierto es que daría igual que hubiera chica o no", concluyó, mientras su brazo hercúleo y setentero seguía flexionándose violento.

Es por esto que Jack Palance, en esencia, era una brutalidad muy refinada. Quizá por eso ahora, un año después de su final, ha llegado a Hollywood Bardem, para enseñarles una variación sobre la brutalidad refinada en esa condición de actor poliédrico. También Jack Palance era un actor poliédrico, boxeador juvenil del mismo modo que Javier Bardem fue jugador de rugby, un deporte también de una brutalidad civilizada. Sin embargo, quizá Jack Palance fue más agresivo, más una amenaza latente y singular, sanguinaria y polar, que le llevó a interpretar a otro Jack, el destripador. Un año después de su muerte, Javier Bardem aspira, sin saberlo, a ser otro Jack Palance un poco galán y menos malo.

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