NACEMOS a la vida necesitados de protección y, de niños, nos hacemos a la idea de que nuestros padres son gigantes, seres invencibles. Luego, de adolescentes, los cuestionamos y más tarde nos arrepentimos, pero lo más significativo ocurre cuando pasamos de ser tan sólo hijos a ser también padres. Dejamos de ser sólo protegidos y comenzamos a ser también protectores. En los ojos de nuestros hijos vemos como ellos comienzan a mirarnos cual héroes legendarios, pero en el fondo sabemos que todo es una impostura, pues detrás de la máscara conocemos bien nuestros temores y nuestra inseguridad. Uno, de hecho, teme que cualquier domingo, quizá mientras calienta un biberón, se desvele al fin la mascarada . Sin embargo, mi hijo, en días como estos, suele acercarse y mirarme con esos ojos suyos en los que tan claro veo lo que él piensa que soy. No sé en realidad si somos gigantes, pero sí que gracias a los niños, a su mirada, podemos llegar a serlo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios