El armagedón catalán continúa hacia su cenit con ese aroma denso a espagueti western, a película mala de madrugada de lunes, a democracia corrupta y pervertida. Los indepes, fijos a su vergonzante maroma, se empeñan por tanto en querer fundar una legalidad por medio de la manipulación y la ilegalidad, mientras que el Gobierno rajoyano sigue moviendo sus hilos legales y dosificando sus posibilidades con el fin de que el asunto vuelva al punto de partida, que es donde a Mariano, paciente como Job y con algo de cocodrilo viejo y sesteante, más le gusta estar. El problema, claro, es que el juego de la oca al que la Cataluña soberanista anda jugando no puede durar siempre y, una vez pase la tontada del 1-0, se abren varias posibilidades para que la foto fija de los indepesromanticomelancólicos y el presidente calculador y en guardia se deshaga. Quizá porque ellos cambien de estrategia, bien hacia la legalidad, que no creo, o bien hacia el monte aún más salvaje; tal vez porque el Gobierno español pierda antes o después la batuta popular o simplemente porque los mismos populares decidan dar algún paso fuera de los hasta ahora vistos. De lo que no puede haber dudas es de que la cosa cambiará, más que nada porque toda en la vida cambia, y de lo que también estoy seguro es que de todo este tormento lo que saldrá es un nuevo concierto que beneficiará a las comunidades ricas (y a las personas ricas) y perjudicará a las vergonzosamente pobres (y a los pobres). Porque eso es lo que hay detrás, lo mismo, por cierto, que cuando los países ricachos de Europa quieren irse distanciando de las regiones más menesterosas y atrasadas del Sur, lo que ellos laman con desprecio PIGS. Andalucía, en tal contexto nacional, es algo así como Grecia y para comprobarlo sólo hace falta ver el desprecio con el que nos trata el supremacismo indepe. Y eso seguirá pase lo que pase el 1-0, por lo que más que mirar hacia Cataluña lo que hay que hacer es aquí en mirarnos a nosotros mismos y ver qué leches hacemos para ponernos en marcha. Para dejar atrás esta molicie que durante lustros, y pese a los inconstantes avances, nos ha impedido crecer en lo empresarial, lo educacional y lo social hasta equipararnos con cualquiera. A eso deberíamos ponernos, pero aquí andamos a otra cosa: a que Juan y Medio le corte una falda a una señora en horario televisivo infantil y a que nuestra clase política, con la soporífera Junta a la cabeza, viva una siesta perenne mientras se enfanga en la propaganda. Más que mirar a Cataluña, en días así deberíamos mirar dentro. Andaluces levantaos... y tal y cual.

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