'Non serviam'

El luciferino 'Non serviam' se nos presenta hoy como el único programa vital plausible

Podríamos pasar hoy el día, en huelga de todo cuidado, leyendo manifiestos e imaginando el mundo que se nos echa encima. Propiamente, no se trataría tanto de imaginar cuanto de proyectar sobre nuestras vidas el resultado de lo que tales manifiestos proclaman y promueven, puesto que las semillas de la mayor parte de los desvaríos que nos molestan o aterran están ya en el surco y germinando. Nadie podrá decir que no fue advertido.

Y no les propongo, porque no les quiero mal, la lectura del manifiesto tan demenciado como mal escrito que pretende arrastrar hoy a la huelga a la mitad de la humanidad, sino el de mucha mejor sintaxis y mobiliario que un selecto grupo de nobles damas ha publicado en El País como respuesta sensata y bienpensante al desvarío ultrafeminista, más cabalmente entre anarcoide y comunista, del primero. Sin duda, es lo que cabía esperar de su primera firmante y segura redactora, Cayetana Álvarez de Toledo, con la que me resulta tan difícil no estar de acuerdo en casi todo.

Y, sin embargo, si les propongo esa lectura no es para que disfruten de un texto bien escrito y argumentado en defensa de la libertad, y que rechaza briosamente el victimismo feminista y la guerra de sexos, sino para que observen hasta qué punto ha penetrado incluso en los mejores la noción de que la única forma de felicidad posible, para hombres y mujeres, consiste en la realización de un proyecto de autoafirmación que debería anteponerse a cualquier circunstancia, ideal o persona. Nada ni nadie, al parecer, merecen la entrega, la donación de la propia vida, y ésta se cifra en el alcance de objetivos que podrían extraerse del presunto código de valores de los tiburones de Wall Street: posición, dinero, poder. El luciferino Non serviam se nos presenta hoy como el único programa vital plausible. Nadie imagina su propia felicidad en el sacrificio del interés personal y en el servicio gratuito, sea a la familia, la comunidad, la fe o la patria, pues todo ha de ser escalón para subir no se sabe adónde ni para qué. Pero en esto no caben engaños: la vida impondrá su ley por encima de las fantasías ombliguistas. Antes o después, el circulito del rabioso yo se agota, el proyecto ilusorio alcanza sus lindes, y el sacrificio del individuo, mujer u hombre, llega: puede asumirlo con alegría por caridad o gemir bajo el látigo. Es la única elección que nos es dada.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios