Natural, terrible palabra

Adjetivar como natural cualquier acción o ciertos objetos es bastante peliagudo y peligroso

Adjetivar las palabras para encontrarles un lugar en el universo del idioma es, normalmente, una operación simple. Un regalo simpático, un tarde calurosa o un vecino amable son expresiones fáciles, salvo que alguien pretenda precisar hasta el detalle. Mas es conveniente recordar que hay palabras que encierran una muy alta concentración de significado, lo que las hace complejas, duras y hasta terribles. Natural, y naturaleza, son dos de ellas. Si, por ejemplo, en filosofía buscamos seleccionar un reducido número de términos técnicos especialmente discutidos hasta el límite, de elevada comprensión, uno de ellos es sin duda el de naturaleza. Y natural, su derivado. Dos palabras, madre e hija, que, aunque a lo largo de la historia se han entendido de muchas maneras, podemos resumir como el conjunto de la realidad física que nos rodea. Siempre por supuesto en proceso pues la naturaleza no es algo permanente, fijo y estable.

Entendidas de esta manera, las manejamos en tres usos principales. La aplicación que hay quien hace a una supuesta ley y derecho moral natural, que sería algo así como una "luz que nace con el hombre y lo hace capaz de discernir el bien del mal", uso este vinculado a creencias religiosas y sin vigencia más allá de determinados sectores. En los tiempos modernos, cuando el comercio, lejos de ser un modo de subsistencia, se ha convertido en una actividad antropológica central y se vende lo natural como señuelo mercantil para hacer grandísimos negocios: ¿productos naturales?, vaya usted a saber. Y hay un tercer uso como cuando justificamos la vida social en este concepto: lo natural, decimos, es ir a una boda con nuestras mejores galas y no en pijama.

Adjetivar como natural cualquier acción o ciertos objetos es desde luego bastante peliagudo y peligroso. Sorprende, pues, y mucho la ligereza y frivolidad con la que muchas veces utilizamos estos términos, no de una manera superficial sino con pretensiones teóricas. La palabra natural tiene tal carga ideológica, comercial y societaria que su manejo exigiría toda la prudencia del mundo. (Lo que ocurre sin embargo es que todas estas y otras consideraciones son del todo inútiles, precisamente por esos intereses tan monumentales que suscita, que acaban siendo un inmenso y gigante negocio moral, económico y societario. Por lo que no vendría mal un poco de suspicacia y sospecha cuando alguien la utiliza).

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