Narcos

Derrotar a los narcos va a ser imposible si nadie se decide a hacer algo tan simple como legalizar las drogas

En el México de los años 80 y 90, muy poca gente podía imaginarse lo que empezó a ocurrir con el nuevo milenio, cuando los narcos se apoderaron casi por completo del país y las luchas entre clanes mafiosos causaron un número estremecedor de víctimas. Ahora mismo la situación es mucho peor, y cualquiera que conozca México sabe que hay estados que viven prácticamente el margen de la legalidad porque toda la economía está en manos de una estructura paralela controlada por los narcos y sus asociados. La Policía, la judicatura, los gobiernos locales, el Gobierno federal e incluso algunos estratos militares están contaminados por el dinero del narco. Y salvo unos pocos periodistas y unos pocos activistas sociales, casi nadie se atreve a plantarles cara.

Y eso mismo está sucediendo en el Campo de Gibraltar. Hace poco, cruzando el Estrecho, vi una de esas planeadoras que los narcos usan para introducir el hachís -o lo que sea- desde las costas de África. Eran las planeadoras que salían en la película El niño y que corren diez veces más que las embarcaciones de la Guardia Civil. Pero esas planeadoras no han surgido de la noche a la mañana. Antes hubo otras barcas y otras embarcaciones, y mucha gente sabía lo que pasaba con esas barcas y con quienes las cargaban y descargaban, sólo que nadie decía nada porque no le interesaba o porque no se atrevía. Y así se ha llegado a la situación actual, en la que un grupo de narcos pueden presentarse tranquilamente en un hospital y llevarse a un detenido -otro narco- que sólo estaba custodiado por dos policías. Una situación que parece digna de México, pero que ha ocurrido aquí al lado. Y que probablemente volverá a ocurrir.

Lo curioso del caso es que toda nuestra ficción audiovisual ensalza a los narcos. Mi hijo se conoce la vida y milagros de Pablo Escobar gracias a varias series que han tenido un éxito apabullante. Y ahí aparecen los narcos, esos hombres generosos, leales a los suyos y fieles a su familia, aunque también estrictos y sanguinarios cuando llega la hora de defender lo suyo. En realidad, todo un modelo de conducta. Y en estas condiciones, intentar derrotar a los narcos va a ser imposible. Sobre todo si nadie se decide a hacer lo único que de verdad puede derrotarlos, que es algo tan simple como legalizar de alguna forma la venta de drogas y arruinarles así el negocio.

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