Muerte de un poeta

Adolfo Cueto ha muerto a los 47 años. Y qué poeta. Qué maravilla de poesía realista, honda y emocional

Ha muerto, a los 47 años, el poeta Adolfo Cueto. Ha muerto en Madrid, aunque era de origen asturiano. No llegué a conocerlo ni tampoco a leerlo en vida, aunque un buen amigo común, en una semiolvidada noche de copas y cigarros, me habló maravillas de su obra. No le hice ni caso, o no se dieron las circunstancias, o lo dejé para más tarde, u otros libros se cruzaron, qué sé yo, pero lo cierto es que a Adolfo le llegó la muerte y uno ni siquiera lo había leído. Pero fue devorar las neblinosas crónicas de su deceso, neblinosas porque todo el mundo habla de trágicas circunstancias pero nadie las aclara, y nacer en mí esa curiosidad de viejo lector que a todo le quiere hincar el diente. Busqué entre mis libros, busqué en Internet, y algunos poemas encontré de Adolfo. Y qué poeta, qué maravilla de poeta. De estilo realista, pero no de ese realismo chato que tanto daño le ha hecho a nuestra literatura sino de un realismo hondo. Una voz que nos habla, por lo poco que la conozco, de la paternidad, de los niños, de los mayores, de la naturaleza, de lo frágil de nuestra existencia. Voz con sordina triste pero recia, que se entrecorta en un ritmo que por momentos parece que se adelgaza mientras también se quiebra la emoción de quien lee. Tocará en fin fondear librerías y webs en busca de las obras de Cueto, y esperar que llegue, pues llegará, esa poesía completa que compendie todo su hacer. Cuestista me declaro en fin, y aunque ahora me duela el doble su muerte, porque la empatía existe y tiene sus mecánicas, me alegra al menos pensar que ese trágico final del que hablan las crónicas pueda tener el levísimo contrapeso de hacer su obra más conocida, vivida y leída. A su familia, desconsolada, de poco le servirá, pero sí que hay algo metafórico de resistencia ante la devastación en este logro conseguido por Cueto de que sus poemas vayan más allá de su vida. Apenas nada podemos hacer los humanos ante la muerte, pero pocas cosas hay más grandes que la poesía verdadera, la que nos coloca al borde del abismo y de la que Cueto fue gran chamán y maestre. Descanse en paz este poeta al que nunca ya podremos saludar pero que queda como compañero de viaje en lo que esté por venir.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios