Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Mortal y rosa

Umbral no vio crecer a su hijo y Aitor Puerta no vio 'crecer' a su padre, sinónimos asimétricos unidos en el adiós

Soldadito rubio que mandaba en el mundo, te perdí para siempre". La pérdida de su hijo llevó a Francisco Umbral a escribir un libro estremecedor cuyo título, Mortal y rosa, bebe de unos versos de Pedro Salinas. Umbral no vio crecer a su hijo y Aitor Puerta no vio crecer a su padre. El destino es así de caprichoso y el mismo día de hace diez años se llevó a estos dos sinónimos, Umbral y Puerta. Literatura y fútbol que si tuvieran algún gozne entre ellos serían los siete años que Rafa Gordillo vivió en Majadahonda puerta con puerta del escritor y articulista que en su Diccionario de Literatura decía de sí mismo que "ha practicado el magreo de autobús a mano tonta, el progresismo de derechas, la cola de los grandes estrenos, el cortejo a las marquesas, el llevar el chal a la mujer de otro y la amistad del whisky sin hielo, que queda más Bogart".

Hay otro puente entre fútbol y literatura para que el recuerdo común de Umbral, tan antifutbolero, y Puerta mantenga la armonía más allá de la sinonimia. En su relato Un derbi de finales de los años 20, el productor Gervasio Iglesias, el mago de los Goyas de Grupo 7 y La Isla Mínima, imagina un gol de Aitor Puerta en una final de la Liga de Campeones disputada entre Betis y Sevilla. Aitor Puerta era el hijo que esperaba Antonio Puerta cuando falleció después de su desvanecimiento en un partido contra el Getafe, el equipo contra el que hace diez años conquistó la Copa del Rey y al que visitaron ayer los jabatos de Nervión.

A Umbral le dieron el premio Cervantes y Antonio Puerta es el único futbolista que ha metido un gol por la portada de Feria. Fue contra el Schalke 04, que a Umbral le sonaría a espía de la DDR. A Antonio Puerta lo saludé una vez en mi vida. A la salida de un entrenamiento del Sevilla en la ciudad deportiva me firmó un balón que fue el regalo de Reyes para mi sobrina Victoria, que ayer cumplió 21 años. Con Umbral fui muchas veces a comprar el pan en sus artículos de Spleen de Madrid y sólo lo traté en persona cuando tuve la osadía de regalarle en el café Gijón un libro sobre la fauna periodística meridional.

Umbral le presta su prosa, mortal y rosa, a su compañero de barca de Caronte: "¿A quién engaña este cielo azul, este mediodía con risas?".

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