Cuatro Momentos históricos

Estos gerifaltes, dedicados a vivir la vida, se desentendían de sus tareas y obligaciones

Muy conocidos son, no tanto de la opinión pública aunque sí de los historiadores, los llamados "reyes holgazanes", un relato que se remonta a la Edad Media y que recuerda la actitud política y de gestión pública de los últimos miembros de la dinastía merovingia, que reinó sobre la Francia de entonces cuando los reyes eran en verdad los mayordomos de palacio. Generalmente se considera que fue a partir de los hijos de Dagoberto I, muerto en 639 y con dos de edad 8 y 4 años, respectivamente, cuando empezó este tipo de conducta, de manera que, según Eginardo, biógrafo de Carlomagno, "estos merovingios de reyes no tenían más que el nombre". (En verdad que Dagoberto había trabajado a destajo, no solo en la acción de gobierno sino incluso en el terreno familiar y amoroso, pues, además de tener tres reinas en ejercicio, gozaba de varias concubinas, precisamente una de las cuales le dio el primer hijo). Pero, claro, puede decir más de uno, tanto esfuerzo no justifica lo que vino detrás pero así ocurrió y la información está al alcance de cualquiera interesado. El asunto es que estos gerifaltes, dedicados a vivir la vida, se desentendían ardorosamente de sus tareas y obligaciones. La cosa duró hasta Childerico III, hacia 750, al que el papa quitó de en medio y mandó a un convento.

Más o menos en el Renacimiento, como ya se ha recordado en otra ocasión, en un cuento de don Juan Manuel se narra que había en Córdoba un rey moro llamado Alhakem que solo se ocupaba de "comer, folgar et estar en su casa vicioso". De la misma forma que de Juan II decía Fernán P. de Guzmán, que nunca fue "industrioso ni diligente en la gobernación de su reyno". Después, en la Edad Moderna, llegaron los conocidos validos, de entre los que se podría destacar al duque de Lerma, que, con Felipe III, montó la que alguno ha referido como la gran operación inmobiliaria de la historia. Después de haber comprado media ciudad de Valladolid, trasladó la corte a esa ciudad y ya se puede uno imaginar los beneficios. Consiguió ser nombrado cardenal, con lo que el pueblo cantaba: "Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se viste de colorado".

La pena de todo esto es que la extensión de la columna no permite más que tres párrafos. ¿Qué debería recordar el cuarto?, ¿nos vamos, con El Diablo Cojuelo, por ejemplo, a los Siete Durmientes de Éfeso, de Santiago de la Vorágine, de la vieja leyenda áurea?

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