Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Ministro cantor

La libertad es un argumento válido únicamente en relación con el objeto por el que la reivindicamos: el 'para qué'

Salió el otro día el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, al paso de las críticas por cantar El novio de la muerte en el desembarco de la Legión en Málaga el pasado Jueves Santo con un argumento aplastante: tiene libertad para hacerlo, y lo hace. Y, hombre, faltaría más. Igual que los miles de incondicionales que reciben a los caballeros legionarios en el Puerto, haga frío o calor, y que los acompañan hasta el traslado del Cristo de Mena: lo más consecuente que se puede hacer en semejante ambiente es desde luego cantar El novio de la muerte para no despertar sospechas. Apunta Méndez de Vigo que a él le gusta cantar y que lo hace siempre en correspondencia con el lugar al que es invitado: si va a un partido de rugby canta por Loquillo, si va a uno de fútbol canta el himno del equipo local. Y sí, lo de mimetizarse en el entorno mediante el canto es buena idea. Se le podría invitar a algún nostálgico evento republicano a cantar el Himno de Riego, a ver qué hace. O, en su próximo regreso a Málaga, las pandas de verdiales deberían estar al quite e invitarle a cantar aquella letrilla popular que recopilara Miguel Romero Esteo: "Has comío caracoles / has bebío vino blanco / has tumbao a la Dolores / a la vera de un barranco / Has comío caracoles".

Pero aquí lo importante es el argumento de la libertad. De tener libertad para cantar El novio de la muerte y hacerlo. Otra cosa es que queramos cantar una canción crítica con las instituciones o montar una obra de teatro que retrate a ciertos políticos de manera satírica. Ahí parece que la libertad ya no es tanta y que hay que andarse con ojo, por si acaso. No importa si el himno El novio de la muerte, por sus connotaciones tanto históricas como estéticas, pueda resultar ofensivo para algún español que otro: tenemos libertad para cantarlo y lo cantamos, aunque seamos gestores de lo público. Otra cosa es que intentemos hacerlo en sentido contrario y los ofendidos sean otros. Pero esto es lo de menos. Lo relevante, señor ministro, es que la libertad únicamente es un argumento válido en relación con el objeto por el que la reivindicamos. La libertad es per se una idea vacua: sólo tiene sentido en el para qué. Apelar a la libertad para cantar El novio de la muerte le deja a usted a la altura de quienes la nombran a todas horas para soltar la burrada más intolerante a ritmo de rap. Para esto no hace falta ser libre.

Estoy seguro, sin embargo, de que Méndez de Vigo, hombre culto y sensible, será capaz de emplear su libertad para decir algo bueno, conmovedor, elevado, que nos instruya. Ánimo. Seguimos esperando.

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