HACE algunos años muchos nos echamos a las calles en marea de color verde a defender la educación pública para todas y para todos, sin distinguir partidos ni afiliación sindical y con independencia de esas organizaciones. Nos echamos a las plazas de forma más o menos intensa miles de personas que confluimos desde un 15 de mayo para estar juntos para expresar nuestra indignación. Muchas y muchos se dieron cuenta de que sus problemas eran políticos, no personales. Éramos multitud, éramos marea.

Nos dijeron que si queríamos cambiar algo nos presentáramos a elecciones, y nos fuimos organizando de diversas maneras. Muchas otras personas ya lo estaban o lo habíamos estado en luchas históricas que necesitaban renovarse. Acabamos convergiendo en iniciativas municipalistas y en nuevos partidos estatales que se sumaban a otras fuerzas que habían defendido con mayor o menor éxito los derechos sociales o laborales.

A las luchas históricas del movimiento obrero o del feminismo que habían obtenido un marco de derechos y libertades ahora amenazado, se les sumaron la nueva indignación, la conciencia ecologista de un mundo expoliado, o los gritos altermundialistas que gritaban que así no se puede seguir, que otro mundo es posible y que sí se puede transformar la realidad. Personas de todas estas procedencias hemos estado juntas en la calle, en las tribunas e, incluso, en las instituciones.

Llegado el punto en el que estamos, la ventana de oportunidad se abre en la segunda vuelta de estas elecciones a las que estamos abocados. Es el momento de la unidad electoral para conseguir la mayor fuerza institucional que revierta las leyes que, a partir de la reforma del artículo 135 de la Constitución se pusieron en marcha para sacrificarnos en el altar de las entidades financieras y empezar a construir una alternativa a este modelo que explota a las personas y destruye el planeta. Unidos en lo electoral, diversos en lo social, plurales en el pensamiento, y con lazos entre los corazones que han compartido calle, luchas y causas, afectos y experiencias. Defendamos la democracia frente a la dictadura del capitalismo financiero que usa las puertas giratorias para pervertir la democracia formal.

Juntos eso sí, en la defensa de la radicalidad democrática mediante procesos transparentes que aseguren que nos cargamos de legitimidad y de fuerza popular. Evitemos la sensación de estar disponiendo de cargos y partidos en luchas de corto plazo y recorrido de partidos y corrientes y pidamos a nuestras organizaciones políticas que sean generosas y transparentes y que no usen lo urgente para imponer de facto prácticas de la mala (más que vieja o nueva) política que la gente rechaza.

Es el momento de marchar juntos por la dignidad y de forma digna, democrática, solidaria y generosa. Hagamos que las organizaciones a las que pertenecemos, como Podemos, IU, EQUO y cuantas quieran sumarse, sean conscientes de la trascendencia del momento. Así, sí se puede, porque somos marea.

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