Me aburro si sigo lo que hace nuestro patio de colegio. Las aventuras de Mariano, Pablo, Íñigo, Albert, y la feliz pandilla de Pedro, Patxi, Susana y, quién sabe, si el cuarto elemento, me marean. Anoto que, de un tiempo a esta parte, todos intentan ser conocidos por los nombres de pila que corean sus legiones. Antes, la popularidad se medía también por eso: era bueno traspasar el umbral anodino de un conocimiento escaso; ahora se dice, aunque no se haya logrado, y santas pascuas. En vista del espectáculo, agotador, donde la única sorpresa mencionable es la ausencia fingida de cadáveres, he decidido cuestionarme verdaderos aspectos importantes. Buscando noticias que me dieran pie para escribir algo distinto del embrollo patrio (documentándome, vaya, que se diría ahora por los asesores de cualquiera de nuestros próceres impostados) encontré una pregunta inquietante: ¿qué pasa si en un coche automático metes la marcha atrás, R, cuando el vehículo circula a cien por hora? Ya sé, presagia catástrofe.

Antes de obtener la respuesta al enigma, me pregunté otra cuestión, ciertamente candente: ¿qué carajo puede importarme, si yo no tengo coche automático? Mi coche tiene cinco marchas hacia delante y una hacia atrás y no es automático. Sé que existen y que se conducen. Yo mismo conduje uno hace años, uno de cortesía de un concesionario, camino de Granada, para festejar no sé qué cosa de no sé quién de los que usan su nombre de pila (eran otros tiempos y eran otros nombres, pero era casi lo mismo) y la conclusión del viaje fue desoladora porque casi me estrello al frenar (con el coche, también). Bueno, pues en esas lamentaciones, decido que me importa saber qué pasaría (que no me importa un rábano) porque voy a saciar mi curiosidad (que no la tengo al respecto).

Uno es intuitivo y, por defecto, formula sin querer hipótesis viables. Así, supongo, sin información previa, que si uno va a cien y cambia a la R (por cierto, creo que viene de la palabra "reverse"), deben pasar dos cosas: una, que el trompazo será considerable, figúrense para atrás a cien por hora; y dos, que el coche se rompe, te cargas la caja de cambios, que ni sé dónde está ni si tiene ni cómo va. Sorpresa definitiva, a pesar de mis preocupadas conjeturas: no pasa nada. El coche entiende, que para eso es una máquina, que no es posible que el conductor sea tan tonto como para meter la marcha atrás a esa velocidad y descarta la orden. Todo lo más, enciende las luces de marcha atrás y conecta la cámara de visión trasera, si la tiene, pero sigue igual. Es decir, pasa de ti.

Ya ven. Un sistema perfecto que me lleva a formular otra hipótesis: los del principio van en coches automáticos, aunque no abunden y, por eso, lo que hagamos les resulta indiferente. Siguen. Todo lo más, un teatrillo. Directos a la marcha atrás.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios