La alcaldesa Ambrosio se ha venido arriba, no hay duda. Es una lástima, sin embargo, que su ímpetu no lo haya orientado a tratar de enderezar su pobre gestión sino al bajo politiqueo y a la siembra de cizaña entre quienes la auparon a la alcaldía, pese a sus escasos siete concejales y la evidencia de que carecía de equipo e ideas. Sonreír y hablar bajito, ya se ha demostrado, es de persona educada -y la alcaldesa lo es-, pero no es suficiente para ser una buena, ni siquiera mediocre, líder de la ciudad.

Se ha dedicado en estos primeros días de septiembre a intentar ajustar cuentas internas y a reivindicarse como figura central del PSOE cordobés. Ha tratado de propinar un puñetazo orgánico al hasta ahora secretario general Juan Pablo Durán, azuzando la candidatura de la delegada de la Junta Rafaela Crespín, recabando apoyos para ella y poniendo a su servicio el equipo de Capitulares. No parece, eso sí, que tenga fuelle interno. La aventura duró menos de veinticuatro horas y puede pasarle factura: su habitual sigilo ha sido estruendoso y los agraviados saben que iba a por ellos sin piedad. Derrota interna clara hoy, con efectos futuros previsibles: la elaboración de la lista de 2019, condenada a una derrota segura, será el momento en el que le recuerden las andanzas de este verano.

Más éxito está teniendo en la división de sus aliados. Con habilidad, no reconocerlo sería injusto, está logrando que quienes estaban llamados a concurrir unidos dentro de menos de dos años se peleen, exhiban sus discrepancias y se echen en cara sus contradicciones. La candidatura cordobesa de Unidos Podemos, aunque Alberto Garzón esté loco por entregar las llaves del invento a los podemitas -¿a cambio de seguir dormitando en el Congreso de los Diputados?-, está en peligro evidente. Si consigue consumar esa pelea, regodeándose en la inanidad de Ganemos y alentando en su entorno el desgaste de IU, la alcaldesa habrá logrado convertirse, sin mérito alguno, en el referente de la izquierda en 2019. Por supuesto, tan pronto como las encuestas se lo aconsejen, dejará caer el cogobierno.

Que todas estas maniobras hayan acabado en el rechazo a las Ordenanzas fiscales presentadas por Alba Doblas es lo de menos para la alcaldesa. Lo importante para ella, demostrado está, no es Córdoba sino el poder y su personal carrera política. Sólo queda un consuelo y un deseo: el consuelo, que faltan menos de dos años para las elecciones; el deseo, generosidad de todos. No piensen en 2019 sino en qué necesita la ciudad hoy.

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