Tribuna

Grupo Tomás Moro

Manifiesto por la lengua común

La última semana de junio se presentó un Manifiesto por la Lengua Común, al que ya se han adherido más de 100.000 firmas y que ha sido promovido por personas de la talla de Mario Vargas Llosa, Juan Antonio Marina, Albert Boadella, Carlos Castilla del Pino, Luis Alberto de Cuenca, Carmen Iglesias, Álvaro Pombo y Fernando Savater, entre otros, de diversas procedencias e ideologías, pero todos en defensa del castellano.

El estado de las autonomías está llevando a la deriva lingüística en algunas Comunidades Autónomas beligerantes con el uso del castellano, como la catalana, la vasca y la gallega, que, con claro incumplimiento de los mandatos de la Constitución, pretenden erradicar el uso del castellano para implantar de facto como única lengua oficial la propia de su Comunidad.

Nuestra Constitución es clara al efecto, al disponer su artículo 3 que "el castellano es la lengua oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla"; que "las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos", y que "la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección".

Otra cosa es lo que pretenden aquellas Comunidades Autónomas cuando postergan el uso del castellano en la enseñanza, que se imparte en sus propias lenguas, limitándose a dar unas clases de castellano, como si se estudiara un idioma extranjero, o cuando sancionan a los que rotulan sus establecimientos en castellano o atienden a sus clientes en esta lengua oficial que todos tenemos el deber de conocer y el derecho de usar.

Precisamente cuando nuestra lengua se está expandiendo velozmente por el mundo y es objeto de estudio obligado en muchos países anglosajones, al ser el segundo idioma más usado en Occidente, detrás del inglés, hasta el punto de relegar al francés y a otros idiomas; precisamente cuando hasta en Oriente hay una clara tendencia a aprenderlo, ahora llegan estas Comunidades Autónomas a incrustarse la boina de un aldeanismo retrógrado, de seres que sólo parecen querer vivir en una nueva prehistoria cultural.

Por ello, por este craso error y rotundo incumplimiento de la Constitución, se ha elaborado este Manifiesto, auspiciado por todo tipo de personas, de todas las condiciones e ideologías, en las que hay un bueno número de intelectuales e integrantes de sectores de la cultura, la ciencia, la política y el deporte. De nuevo la sociedad civil se rebela contra la desidia del gobierno de turno, más preocupado en eludir sus responsabilidades que de asumirlas y obligar al taxativo cumplimiento del mandato constitucional y del respeto a los derechos de los ciudadanos.

De seguir por esta senda, en la que nuestro sistema educativo es una hecatombe, al final, nos entenderemos en el lenguaje críptico y limitador de los mensajes de los móviles, con lo que quedaremos reducidos a la mínima expresión, con un intelecto en franca regresión, punto de partida de cualquier colonización por otras lenguas y naciones.

La riqueza del castellano, que no es flor de un día y que puede erigirse en una lengua sin parangón alguno, por culpa de la clase política, del "buenismo" y la falta de criterio de los que han de velar por el cumplimiento de las leyes y por el bienestar de los españoles, va a quedar reducida a cenizas.

Con ser grave este riesgo, no lo es menos que las futuras generaciones de españoles estarán menos capacitadas para desarrollar su trabajo en la aldea global en la que nos movemos. Volveremos a convertirnos en los "últimos de la clase", en mano de obra barata, es decir, el progreso del que tanto alardean quienes no gobiernan se está convirtiendo en una sangrante regresión al mundo de las cavernas. Lamentable.

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