La tribuna

Alberto De Los Ríos

El sino de Maese Pedro, titiritero

LEO entre los apuntes que comparte mi amigo Pisco Lira a través de La Carbonería Levíes, espacio mítico de la cultura crítica e independiente de la Sevilla del siglo XX, un texto del maestro García Calvo, titulado Elogio de los títeres escrito hace años en el que describe sus esfuerzos y el de otros amigos por representar los Títeres de Cachiporra de Federico García Lorca, haciendo funcionar a los actores como autómatas dirigidos, en cierta forma buscando el origen del teatro mismo como algo más que "espejo de la vida", sino como representación del poder que nos maneja la vida a través de sus mecanismos, entre los cuales el más poderoso y sutil es el Tiempo, medido, tasado, dirigido.

De nuevo salta a la vista esa metáfora irreverente que constituyen los títeres, y que, a lo largo de la historia de la literatura, ha tenido esa capacidad de canal de crítica, de conducto de lo indecible hasta en tiempos cervantinos.

Y es en este personaje en el que detengo mi atención precisamente, ya que en el mismo Don Quijote hay una curiosa advertencia cuando en el transcurso de la representación del Retablo de la libertad de la cautiva Melisendra, entre los capítulos 25 y 27, el titiritero se adentra en disquisiciones sobre las costumbres o las leyes de los "moros":

"Niño, niño -dijo con voz alta a esta sazón Don Quijote-, seguid vuestra línea recta y no os metáis en curvas o transversales, que para sacar una verdad en limpio menester, hacen falta pruebas y repruebas." A lo que Maese Pedro le responde , desde dentro, "muchacho, no te metas en dibujos, sino haz lo que este señor te manda, que será lo más acertado: sigue tu canto llano y no te metas en contrapuntos, que se suelen quebrar de sotiles".

La advertencia es recibida con prudencia por el maestro titiritero, pero al avanzar el Retablo hay un pasaje que en el que, de nuevo, Don Quijote reprende al titiritero por la representación tan impropia del mundo morisco al parecer del caballero andante y la respuesta de Maese Pedro es la que, admirablemente, sigue:

"...¿No se representan por ahí casi de ordinario mil comedias llenas de mil impropiedades y disparates, y, con todo eso, corren felicísimamente su carrera y se escuchan no solamente con aplauso, sino con admiración y todo? Prosigue, muchacho, y deja decir, que como yo llene mi talego, siquiera represente más impropiedades que tiene átomos el sol".

El final de la escena es bastante desastroso para el titiritero, ya que Don Quijote, enfurecido, destroza todo los artilugios y títeres del Retablo y el pobre Maese Pedro, que se vio manejando reyes y reinas, se vio casi desfigurado él mismo.

El suceso narrado con bastante hilaridad, no dejaría de ser un episodio más de las ensoñaciones a veces desastrosas del Caballero de la Triste Figura si no contuviera una rabiosa actualidad. Y es que los títeres eran y son una especie de espejos, a veces deformados, como aquellos del Callejón del Gato de Luces de Bohemia de Valle-Inclán, una representación a veces deformada, a veces real, de nuestro mundo, con sus disparates e impropiedades, como bien señalara Maese Pedro a Don Quijote, y que es necesario que sigan diciendo y representando "más impropiedades que tiene átomos el sol".

Así lo señaló Cervantes, lo recordó Federico, lo reseñó García Calvo. Los titiriteros vienen de lo más profundo de nosotros mismos. Son un espejo de nosotros mismos, ni más ni menos. Habrá quien quiera desfigurarlos, jueces que quieran juzgarlos o censurar sus palabras y sus dichos. Pero no se puede, no se puede evitar que nos reflejemos en un espejo. Ni con los títeres, ni con el teatro, ni con el cine, ni con la literatura… se puede evitar que nos reflejemos. Tendríamos que abolir la Historia del Arte completa. O peor, desfigurarla, como fue el sino de Maese Pedro ante la locura del hidalgo caballero Don Quijote.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios