Plaza nueva

Luis Carlos Peris

Leer o viajar y viceversa

DECÍAN los del Régimen que convenía viajar menos y leer más. Cuando se dice el Régimen se trata del régimen de Franco, que Régimen no había más que uno y a ti te encontré en la calle, cariño. Lo aconsejaban para que el pueblo no tomase nota de la cruda realidad de una dictadura de la que en realidad no te dabas cuenta si metías la cabeza bajo el ala. Salir allende las fronteras podía ser pernicioso según la intelligentzia franquista y era mucho más conveniente seguir las directrices negro sobre blanco del diario Arriba que hacer la maleta y salir a que le diera a uno el aire. A tomar, sobre todo, el aire democrático que, tras Yalta, se respiraba en todo el Viejo Continente a excepción de Rusia y los países satélites, zona ésta absolutamente vetada en nuestros pasaportes y sin valor alguno en las aduanas soviéticas. Leer mucho y viajar poco era la consigna entonces, mientras que la de hoy no se sabe cuál es mientras la intranquilidad empieza a enseñorearse de nuestras vidas y, más que nada, de nuestras haciendas.

Lo ha dicho una autoridad tan reconocida como el semanario británico The Economist. Afirma tan reputado medio que al fin estamos dándonos cuenta los españoles de la magnitud de los problemas económicas del país. Y es para desayunarse con triquitraque lo de que nos enteramos a pesar de los esfuerzos que hace el Gobierno por negar su existencia. A continuación, un sarcasmo del mismo semanario británico: "Mientras los españoles, eufóricos, siguen celebrando el triunfo de su equipo en la Eurocopa, son conscientes de que la auténtica fiesta que fue la de toda una década de crecimiento ha terminado". También abunda The Economist que en el Gobierno se huye de la palabra crisis cuando lo cierto es que la palabra crisis es demasiado sosa para describir la situación. Si antes era mejor leer que viajar, ahora se sabe que lo mismo es leer The Economist aquí que viajar y leerlo en Londres.

Leyendo, leyendo, lee uno que Pepe Montilla, ese charnego más catalán ya que su antecesor Companys, afirma que no hay conflicto lingüístico alguno. Y lo dice sin ruborizarse, como si el resto del personal se metiese el dedo en la boca y no supiese la odisea que significa para cualquiera que no hable catalán en Cataluña. Como si no fuese cierto que las fronteras lingüistas están ya perfectamente delimitadas. Y para esto sí es conveniente que viajar tenga prioridad sobre la lectura. No hay más que asomarse al norte del Ebro para saber que el traductor será imprescindible más pronto que tarde. Antes era mejor viajar que leer para estar al loro de lo que valía un peine en esta tierra de garbanzos. Ahora no se sabe qué es peor, pues se prescinde de la liberación de Ingrid Betancourt y a ver qué noticia ha merecido la pena. ¿Más España en la Eurocopa?

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