Tinta y borrones

Lección de humanidad

Con el caso de Gabriel hemos vuelto a ver lo mejor y lo peor del ser humano

Mudos nos hemos quedado este fin de semana al conocer el trágico desenlace de la desaparición del pequeño Gabriel Cruz, el niño de ocho años de Níjar, el pescaíto para todos los que han sentido de alguna manera su fallecimiento en unas circunstancias tan dramáticas. Con casos como el de Gabriel hemos vuelto a ver lo peor y lo mejor del ser humano. Su desaparición y su búsqueda se ha colado en las conversaciones de muchas casas y, aunque en el fondo se presagiaba este final, también se mantenía en parte la esperanza gracias al ejemplo de su madre, Patricia, que ha guardado siempre la compostura y ha tenido un comportamiento digno de admiración en unos momentos tan complicados.

Es imposible imaginar el dolor de una madre que pierde a un hijo, todavía más en unas circunstancias tan crueles y, además, teniendo que mantener el tipo, disimulando, apelando a una bondad que no existía; nunca existió. Patricia intentó mantener siempre la esperanza de que la mujer ahora detenida le devolviera a su hijo, pero esa posibilidad era imposible porque alguien que es capaz de hacer algo así y actuar después con esa frialdad es, simplemente, un monstruo.

En Patricia y su familia hemos visto lo mejor del ser humano. El amor infinito hacia un hijo, el agradecimiento, la bondad. Una bondad sin límites incluso cuando el peor final se hizo realidad. Esa madre nos ha dado una lección a todos de humanidad, cuando a muchos los que nos salía del cuerpo era otra cosa, y claro que saldrá adelante porque tiene fortaleza para eso. En la detenida y supuesta autora de los hechos se concentra lo peor del ser humano. Una mente enferma capaz de quitar la vida a un niño de ocho año, actuar como si no hubiera hecho nada, simular estar afectada, formar parte de las búsquedas y dar ánimo a los padres. Por muchos análisis psiquiátricos que ahora le hagan es imposible entender tanta maldad.

Desgraciadamente tenemos más casos que nos han sobrecogido relacionados también con niños, las víctimas inocentes de los problemas, miedos, inseguridades y enfermedades de sus padres o de quienes están a su alrededor. Con el caso de Gabriel, como dice su madre -y esa ella lo dice quiénes somos los demás para no hacerlo- hay que quedarse con ese movimiento positivo de empatía, amor y bondad que ha surgido y dejar a un lado el odio. Para lo demás ya estará la justicia.

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