Les aseguro que aún no se calificar el sentimiento que me provocó ver al presidente del gobierno, con un lazo violeta en la solapa, el día 8 de marzo. Lo sacó a pasear en un acto interno de partido con líderes conservadores europeos. En dicho acto vociferó: "Hay que valorar a los grandes hombres de estado que…". El lazo violeta lo lucía, en la solapa, el líder del partido que presentó, en su momento, un recurso de inconstitucionalidad contra la Ley de igualdad y otro contra la ley del aborto de Zapatero; que ha marginado a las mujeres solas del acceso a las técnicas de reproducción asistida; que ha legislado contra la prostitución sancionando a las prostitutas; que ha protegido los desmanes misóginos de la casta eclesiástica, sus publicaciones, su presencia pública y sus proyectos educativos sexistas; que ha vaciado de contenido presupuestario la Ley contra la violencia de género y que ha apostado por una política de recortes que se ha cebado con las mujeres.

El adorno violeta lo portaba el día 8 de marzo el líder del partido que ha convertido en un verdadero despropósito el Instituto de la Mujer; que ha suspendido las ayudas para impulsar la igualdad salarial entre hombres y mujeres en las pymes, ignorando, sin pudor, lo que ordena la ley vigente; el mismo que suspendió también el procedimiento de concesión de subvenciones para la realización de postgrados y actividades feministas en las universidades.

Esa persona de la que yo les hablo es el mismo que ha propiciado que los programas para alcanzar la igualdad de oportunidades para las mujeres hayan perdido, durante sus gobiernos, un tercio de su fuerza. Si en 2011 se dispuso de 31,1 millones de euros, vamos por 17 millones, un 0,01 % del presupuesto, y bajando. Lazos solidarios, esas pequeñas cintas de tela dobladas, que se usan en todo el mundo para indicar el apoyo una causa. Símbolos importantes, sin duda, que contribuyen a la visibilidad de una demanda social o una injusticia. Pero me temo que pueden estar sirviendo de escondite, quedándose en ramplón postureo. Portar un lazo solidario, sea del color que sea, sea en apoyo de la causa que sea, exige una interpelación, una llamada al compromiso.

La protesta no es solo estética. Detrás, hay un poderoso arsenal de valores y sentimientos colectivos. El feminismo no es una etiqueta, no es una moda, no es un lazo. Es una ideología, es el futuro. Y sí, ser feminista y neoliberal es un oxímoron que no desaparece al portar un trozo de tela de color.

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