Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Laicismo fetén

Un Estado democrático debe ser aconfesional, no laico. Las expresiones religiosas tienen su sitio en el ámbito público

Casi llegan a inspirar ternura, si no fuera por lo que es, los de Podemos cuando reclaman que se elimine la retransmisión de la misa dominical en TVE. Lo correspondiente a un Estado laico, afirman, es que el ámbito público no ceda sus espacios a las creencias particulares. Los de Podemos saben bien, como todo el mundo, que los espectadores de la misa televisada son principalmente personas mayores cuyos problemas de salud les impiden asistir a las iglesias, pero consideran que el Estado debería negarles este derecho por mucho que paguen sus impuestos. Uno se pregunta qué está dispuesto a ofrecer Podemos a cambio a estos abuelos: ¿La libertad? ¿La igualdad social? ¿La reforma agraria? ¿Una lectura de Gramsci? ¿Un debate de Pablo Iglesias? Habría estado bien que esta nueva política hubiese exigido el fin de la telebasura, especialmente en los medios públicos, pero también en los privados (la ética trasciende los mecanismos de financiación, ¿o no iba de eso la colectivización?), como premisa esencial para el país que los españoles merecen y necesitan; pero otra cosa que sabemos todos es que la masa abúlica que se derrite delante de Gran Hermano es un granero de votos para Podemos, así que dejémoslo estar. De nada sirve que TVE emita programas para judíos y musulmanes. Laicos todos. Y punto.

Mientras tanto, en Sevilla los de IU dicen que no les gusta el escudo propuesto para la ciudad porque lo ven muy beato. Tienen razón cuando piden un mayor consenso y la participación de la ciudadanía; pero de ahí a expulsar a patadas a san Isidoro, referencia intelectual ineludible de la Alta Edad Media, hay un trecho no pequeño. Imagino que a los mismos portavoces les resultará un horror que en los institutos públicos los jóvenes estudien a santo Tomás de Aquino, quien por cierto escribió un libelo de armas tomar contra los tiranos. Pero claro, cualquiera les explica (Pilar Rahola lo hizo bien no hace mucho) que los valores que sustentan la civilización europea, incluida la Declaración de Derechos Humanos, son de inspiración cristiana. Que fue el cristianismo el primer paradigma que puso aquí sobre la mesa la igualdad de todas las personas. Y que no todos los cristianos somos nacionalcatólicos, fachas ni nostálgicos del franquismo. Ni siquiera cofrades. Si atendieran a sus bases, igual se llevaban una sorpresa.

La moto está mal vendida: un Estado democrático debe ser aconfesional, no laico. Las expresiones religiosas tienen su sitio en el ámbito público y debe ser respetado. Lo contrario es ignorancia de corazón y de cabeza. Y encima pavonearse, que ya es decir.

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