David Fernández Torrico (Belalcázar, Córdoba, 1976) es el vivo ejemplo de que el tesón es el arma perfecta a la hora de perseguir un sueño y la mejor pócima para ir poco a poco consiguiéndolo. David ama hacer cine en un momento de la historia del séptimo arte en el que no es nada fácil sobrevivir en el oficio por la grandísima competencia, que te obliga a ser de los mejores. No obstante, ese amor -engrandecido por su talento- es de tal calibre que el cine ha empezado a corresponderle. David comenzó a hacer realidad su sueño con un primer corto como director, Que el olvido te lleve, del que fue también guionista y productor, y que estrenó en 2013. Esa su ópera prima fue una apuesta personal y arriesgada, sin el apoyo de ninguna productora; lo que le supuso caminar sobre el alambre y sin red en estos tiempos económicos tan difíciles que corren.

La historia de Que el olvido te lleve tiene mucho de Alfred Hitchcock, es una obra de autor con tintes de mucho suspense. Cuenta la historia de una mujer cuya vida se ve truncada a raíz de unos acontecimientos desgraciados que la condicionaron desde niña para siempre. Aunque la trama se centre en la historia de una venganza, el corto intenta mostrar cómo los niños pueden verse afectados y ser llevados por un camino erróneo de inseguridad, de traumas y de obsesiones, al modificar el adulto su estabilidad emocional, y cómo la violencia puede engendrar violencia si no hay una base lo suficientemente sólida y basada en el cariño alrededor del menor. Ese espíritu de suspense al más puro estilo del genio británico tenía también tintes de drama y seguía los pasos de Brian de Palma en lo que a encuadrar los planos se refiere.

Como buen cineasta, David ha cambiado de registro para su segundo corto y se ha vestido de John Ford para narrar al estilo del director de Las Uvas de la Ira un drama social muy de la época, al que ha bautizado como Candela, y que se rodó en las instalaciones del Banco de Alimentos de Sevilla. La cinta cuenta la historia de Candela (Michelle Calvó), una joven de 26 años que maltrata psicológicamente a su madre sin querer ser consciente de ello, mientras vive en una aparente y eterna adolescencia, ajena a las dificultades que tiene su progenitora para llevar algo de comida a casa, pagar la luz o la hipoteca del piso donde viven. Su intención es la de mostrar la dura situación por la que pasan hoy en día vecinos, amigos o familiares, que -por muy cercanos que nos sea- igual desconocemos, y concienciar sobre la importancia de la solidaridad en estos tiempos tan difíciles. Estrenada este mismo año, esta historia que bien podría haber firmado John Ford, lleva ya nueve premios en festivales, galardones a un cine de mucho talento que debe tener su Continuará.