Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Irma la dulce

Los huracanes más letales tienen nombre de mujer; es porque la población se ve menos amenazada con 'ellas'

Hay que ser cabrón para ponerle Irma a un huracán que va a joder la vida a miles de personas. Habría que ser más cuidadoso con eso y tener en cuenta que para muchos Irma es la puta más linda y más dulce que hemos conocido y que conoceremos jamás (así, de pronto, no recuerdo a Shirley MacLaine tan guapa). Es cierto que en más de una ocasión se ha dicho de una mujer que es devastadora. Y como un elogio superlativo. Pero si lo que se pretendía con un nombre de mujer para este huracán era avisar del destrozo que está dejando a su paso más les habría valido bautizarlo con el de Phyllips, esa zorra de piernas esbeltas -en un tobillo una esclava dorada- a la que pone voz, rostro y cuerpo una pérfida (y colosal) Barbara Stanwyck que deja mucho más que para el arrastre al agente de seguros Walter Neff (todos entendimos al ingenuo de Fred McMurray). Ese nombre habría sido más idóneo para una tormenta que ha arrasado Barbuda dejándola inhabitable y que, según leo mientras doy estos teclazos, avanza con "peligro extremo" hacia Cuba, ha dejado a 11.000 puertorriqueños sin energía eléctrica, ha hecho que casi tres mil personas, ya sin hogar, hayan tenido que ser alojadas en albergues y tiene toda la intención de poner Florida del revés. Y lo llaman Irma.

Esto de los nombres es antiguo. Según los expertos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), su experiencia les ha demostrado que lo mejor para facilitar la comunicación es llamar a estas catástrofes de esta forma. La cosa empezó con el santoral: ya se sabe, todo lo que venía del cielo era asunto de Dios o de alguno de sus empleados, así que si el vendaval azotaba el 27 de febrero se le llamaba Vendaval Baldomero -aun a riesgo de sonar taurino o pugilístico- y si la tormenta pegaba el 25 de este mes pues Tormenta Fuencisla. Más tarde un meteorólogo yanqui, claro, empezó a usar nombres de mujeres, y después llegaron las feministas, claro, y dijeron que por qué, ni de coña, y así se alternaron nombres de unos y de otras. Pero resulta que, estadísticamente, los huracanes más letales son ellas. Un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU concluye que esto puede deberse a que la población tiende a sentirse menos amenazada ante una tormenta con nombre de mujer y toma menos precauciones. O sea, que Irma con sus medias verdes y sus encantos nos pilla más desprevenidos que Mamerto, que con ese nombre sabremos que no trae nada bueno y nos obligará a huir despavoridos. Junto a la dulce Irma, si es posible.

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