Hay pocas cosas en España que no generen división y que constituyan un orgullo para todos. Aquello que todo el mundo defiende y que une en su defensa a gente de la más diversa condición, ideología, procedencia, formación y capacidad económica. Sin duda, la más evidente -y con seguridad la más importante- es la de una sanidad pública universal de calidad, como la que por fortuna disfrutamos.

No existe apenas controversia sobre esta cuestión, por más que periódicamente -y coincidiendo la mayoría de las veces con alguna campaña electoral- cierta izquierda escasa de argumentos pero pródiga en demagogia recurra al manido y falaz argumento del que viene la derecha con los recortes. Ni derecha ni izquierda cuestionan un sistema generoso y solidario. Si realmente algo compromete su subsistencia es la aplicación de políticas socialistas intervencionistas, acreditadas generadoras de paro, y son las políticas de apoyo a familias y empresas y favorecedoras del emprendimiento y el empleo, como las apuntadas en lo que se conoce de la, con seguridad, magnífica ponencia social dirigida por Javier Maroto para el próximo congreso popular, las que garantizan su viabilidad: no hay mejor noticia para la sanidad pública que los datos del paro publicados esta semana. Más gente trabajando, más gente contribuyendo, más gente pagando impuestos, más recursos para los servicios públicos.

Sin duda los políticos tienen mérito en la creación del sistema y en su mantenimiento. Ojo, los de todos los partidos. Pero el mérito esencial lo tienen la sociedad, los ciudadanos, que aceptamos pagar impuestos -en muchas ocasiones excesivos- para sostenerlo. Por fortuna, cualquier político que plantease en España limitar el sistema, restringir su carácter universal o excluir de él a ciertos colectivos fracasaría estrepitosamente.

Es triste que la antigua joya de la corona andaluza, el Servicio Andaluz de Salud haya entrado de lleno en la contienda electoral, fruto de la mala planificación, los recortes, la gestión politizada y la postergación de muchos profesionales competentes que no comparten la ideología dominante. Es escandaloso que en esta situación Susana Díaz hurte al Parlamento el debate sobre la situación: mala tarjeta de presentación en Madrid, Más lamentable si cabe es el papel de Ciudadanos amparando el dislate antidemocrático. La llamada nueva política de escudo de la vieja, amparando excesos y con miedo al debate. Exigentes en grado extremo con el PP, complacientes siempre con el PSOE. Un partido hipócrita en Andalucía que dice una cosa y hace la contraria. Para este viaje...

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