Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

Guillotinar la cúpula

SI algo hemos aprendido de la mafia es que siempre hay alguien dispuesto a recoger el cetro tumefacto del poder, a aplicarse en los métodos, a ir dejando así su propia impronta en los procedimientos del terror, su sello personal, su huella líquida. El líquido de cualquier banda mafiosa es una costumbre coagulada, el sudor de una espera, ese rastro licuado de las lágrimas. La esencia de cualquier banda mafiosa es la destrucción de la vida civil, de cualquier mecanismo partidario de una democracia en la que todos puedan oponer sus opiniones a las opiniones de los otros, porque para cualquier banda mafiosa el único poder reconocido es el que se ejerce en la violencia.

Que la cúpula de la banda mafiosa haya sido guillotinada una vez más es una noticia saludable, para la vida pública y también para el ánimo individual, que tanto se resiente en lo concreto de la propia zozobra cotidiana. Escuchar en la radio que hemos descabezado a la serpiente es una noticia jubilosa, un motivo exacto para un brindis y para una confianza democrática justo unos días después de haber celebrado el treinta aniversario de nuestra Constitución. Sin embargo, sabemos que la cola de la bicha hoy se sigue agitando, se sacude, tiene un baile raro y escondido con una carga interna de veneno, destilado y punzante, que exhala por cualquiera de sus poros como una lluvia pálida de azufre. Habrá nuevas cabezas, y tendrán el poder. Esto es algo que se sabe, que dentro de algún tiempo volveremos a escuchar esta misma noticia repetida, este ajusticiamiento de una lengua larga y venenosa, de esos ojos duros y aceitosos por el puro rencor, de toda la cabeza de la víbora, del mismo modo triste en que sabemos que unos meses después también se volverá a reproducir. Quizá porque esta banda mafiosa y disfrazada de heroicidad política es una metástasis sangrienta, es una tortura en movimiento, es una hipocresía nacionalista en la que sólo existe una cuestión, que es el dinero, a través de coacciones y extorsión, para poder seguir alzando toda esta estructura, toda este tinglado nauseabundo que siempre ha financiado a los mafiosos.

La cabeza se podrá reproducir, pero cuanto más extendida esté entre la sociedad española en general, y en la vasca en particular, que estamos ante una banda criminal, de no muy distinto orden que las que se dedican a desvalijar las casas apaleando a sus moradores, después de torturarlos o violarles, o de asesinarles, comenzaremos a enfocar esta cuestión en su verdadera realidad. No hay cuestión ideológica: esto es mentira. Se han aprovechado mucho tiempo de la generosidad constitucional, que hasta les ha permitido tener representación política. Sólo son delincuentes. Sin más. Cuando se enteren de esto en el País Vasco, cuando se entere todo el PNV, esta situación será distinta.

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