horizontes lejanos

Juan Ojeda

Guerrero, torero

ANDALUCÍA entera, aunque unos más que otros, ha dado un suspiro de alivio y satisfacción -cosa muy parecida, pero más fina a un eructo- cuando se han conocido las conclusiones de la comisión parlamentaria de investigación sobre los ERE. Resulta que el único que ha metido la pata -la mano está por ver hasta que lo decida la justicia- es el ex director general de Empleo, el famoso Guerrero. Ahí se queda la responsabilidad política, porque es eso lo que dice la letra del texto propuesto para la aprobación de los parlamentarios aunque, como todo el mundo sabe, no lo ha aprobado. Pero ya sabemos lo que defiende el grupo socialista, que es el que más información tiene sobre lo sucedido, porque estaba en el poder cuando sucedieron los hechos, así que tenemos que fiarnos de ellos. ¿O no?

Lo que pasa es que la comisión ha dado otras impresiones distintas del alcance de las responsabilidades. Y por eso, nos hemos hecho un pequeño lío a la hora de saber qué parte de culpa ha tenido cada uno en ese empleo, impropio y descontrolado de casi ochocientos millones de euros. El PP sostiene que todos, de Guerrero para arriba, estaban al tanto de lo que sucedía, IU llega, ahora, hasta dos ex consejeros, Viera y Fernández, mientras que el PSOE se queda justito en Guerrero. Bueno, también para el PSOE uno de los grandes culpables es el ex interventor, Manuel Gómez, a quien le achacan que avisó con poca fuerza de lo que estaba ocurriendo, lo cual impidió que se enterasen los que se tenían que enterar.

De forma que, así las cosas, y aplicando lo de in dubio pro reo, todos son inocentes menos el malvado Guerrero a quien, según me cuentan, le dio un ataque de risa tonta cuando se enteró de las conclusiones. Y debe estar contento porque, aunque muchos piensen que es un chorizo, no se le puede negar que es el chorizo más listo del mundo porque, hacer lo que hizo, a la vista de cualquiera, y sin que nadie reparase en lo que estaba haciendo, exige una habilidad fuera de lo común. Así que, si en vez de un simple director general, hubiese sido, por ejemplo, un consejero, no sabemos a dónde hubiera podido llegar este hombre.

Y decía al principio lo del suspiro de alivio porque, después de cinco meses de trabajo parlamentario, más de cuarenta comparecencias y de una cobertura mediática sin precedentes, la verdad oficial es que no sabemos nada, y así seguiremos hasta que termine el proceso judicial del que tendrían noticias nuestros nietos. Por tanto, tranquilos que aquí sólo hay un culpable, y además de medio pelo, con lo cual los andaluces podemos tener la tranquilidad de que hemos sido víctimas de un timo de la estampita, pero nada más. Por eso hay que rendirle un tributo de admiración. Guerrero, torero.

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