Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Gran nación

Llegaron al Congreso con el aburrimiento premeditado para poder justificar después su agotamiento fingido

El martes pasado lo empecé con Irene Montero en la tele dando leña a Rajoy y al PP en el comienzo del pleno de la moción de censura de Podemos al presidente del Gobierno y lo terminé con una pelea en Marbella entre dos grupos de bucardos con peinados de futbolista que se enfrentaron como salvajes a las puertas de una discoteca a cuenta de un piropo o porque uno le tocó el culo a la novia de otro. Vi en internet las imágenes de esta bronca grabada por un Peckinpah de pueblo sin cámara lenta ni efectos especiales, era saña y violencia auténtica: uno quedó grogui y tirado igual que una manta empapada al recibir el primer sopapo, como si se lo hubiera dado el mismísimo Tyson nada más empezar el combate, y ya no se levantó, y a otro que cayó al suelo le patearon y pisotearon la cabeza y tuvo convulsiones.

Todos son compatriotas de los que estaban en el Congreso, algunos de los cuales ya llegaron con el aburrimiento premeditado para poder justificar después su agotamiento fingido quejándose de que habían ido al hemiciclo a pasar demasiadas horas para nada, les habían roto el día y quién sabe si chafado otros planes y menesteres más productivos, toda una perturbación para el muy importante quehacer de una señoría bien remunerada. Por eso hubo quien se llevó un libro, como el ministro de Educación y Cultura, para pasar el tiempo, y otro el chisme para jugar al Candy Crush, y por supuesto todos quemaron su cuenta de Twitter para aliviar el tedio de los discursos interminables y agotadores a los que, sin embargo, no se les escatimaron los preceptivos aplausos que sonaron cada dos por tres interrumpiendo y fragmentando las intervenciones (¿Por qué en este país se aplaude tanto a cualquiera y por el motivo que sea, incluso hasta por haberse el muerto?). Ellos son los representantes -entre otros millones, claro, y mal que les pese a algunos- de los cazurros que se endiñaron a matar en Marbella como si no hubiera un mañana, seguro que ciegos de todo y a quienes desde luego les importa un carajo quién sea el presidente del Gobierno y a qué partido pertenece, salvo que a alguno se le ocurra incluir en su próximo programa electoral que va a subsidiar la priva y la farlopa.

Tal vez ahora, en 2017, cuarenta años después de aquel 15-J, lo de las dos Españas sea esto y no eso otro que se ha dicho siempre. En fin, como se encargaron de repetir machaconamente algunos de los que intervinieron en las sesiones de la moción de censura, se trata de una "gran nación". Sí, eso, una gran nación.

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