Tinta y borrones

Los Goya

Un golpecito para Trump, un tirón de orejas a los políticos y una reivindicación para los que no están. Todo previsible

Volví a ilusionarme con la gala de los Premios Goya la primera vez que la presentó Dani Rovira. Creo que es insuperable el arranque de ese 2015 con la solemne versión del Resistiré interpretada por actores de todas las generaciones, desde Macarena García a Asunción Balaguer, en un momento en el que esa canción del Dúo Dinámico tomaba tanto sentido. Resistiré, para seguir viviendo / Soportaré los golpes y jamás me rendiré / Y aunque los sueños se me rompan en pedazos /Resistiré, resistiré. El cine español, tan denostado durante tanto tiempo, se reivindicaba de forma elegante, con una única voz fuerte. Así sí, pensé, cansada también del eterno discurso victimista de los actores, que me aburre tanto como el de los que los llaman subvencionados. Fue también el año de Alberto Rodríguez, del inicio de otro cine español que ahora se confirma con el éxito de Raúl Arévalo y Tarde para la ira. Dos galas después de aquello no sólo no se ha superado ese número, sino que se ha vuelto a las noches aburridas de reivindicaciones manidas y frases más que esperadas. No toda la culpa es de Dani Rovira, ni mucho menos, pero es que todo supo a poco espontáneo, forzado, básico y tópico, como aquello de ponerse tacones para reivindicar el papel de la mujer en el cine.

Rovira no quiso meterse en líos, pero tampoco podía obviar los tics obligados en este tipo de eventos. Un golpecito para Trump, un tirón de orejas a los políticos y una reivindicación para los que nunca están y deberían. Todo previsible, según el guión. Por lo menos llegó el vicepresidente de la Academia para defender con datos que no son unos subvencionados, que el Estado ingresa más de lo que da al cine. Otra vez, así sí.

Dijo Bayona en Twitter antes de iniciar la gala que no hay cultura buena ni mala, sino constructiva o destructiva. El cine siempre ha sido uno de los motivos de enfrentamiento entre las dos partes polarizadas de la sociedad que siempre busca estar conmigo o contra mí, mientras que los que sólo disfrutamos con el séptimo arte nos aburre el victimismo y postureo de los actores lamentándose por las esquinas y situándose siempre en contra de los mismos, así como la crítica por la crítica y los boicots absurdo. El cine es necesario y la única forma que tiene de reivindicarse es seguir trabajando, cumpliendo sueños sin rendirse. Como el psicólogo que ayudó a escribir el guión a Raúl Arévalo, o la productora que hipotecó su casa para hacer Tarde para la ira. Y lo hicieron sólo por los espectadores.

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