González Jr.

Carlos González podría haber cosechado los mismos éxitos que cosechó sin tanta soberbia y sin tanto mal ambiente

Alejandro González se presentó el jueves ante la prensa como nuevo presidente del Córdoba Club de Fútbol. Allí respondió a cuantas preguntas le plantearon y dio la sensación de que quiere iniciar una nueva etapa pero sin poner en entredicho la del anterior presidente, que no era otro que Carlos González, su señor padre. Por eso mismo, por amor filial, defendió los años anteriores sin ponerles apenas una coma y si reconoció errores lo hizo sin llegar a concretarlos, que es la mejor forma de reconocer algo sin llegar en realidad a reconocer nada. Una estrategia más vieja que el pan con queso y que la carne de membrillo. Queda abierto de todos modos el gran enigma sobre el señor González Jr., que sólo el tiempo podrá desvelar. Formulado como pregunta este misterio sería el siguiente: ¿llega Alejandro para ser un presidente autónomo o llega tan sólo para ser un pelele que haga lo que su padre, máximo accionista de la entidad, le ordene? La mayoría de la gente apuesta seguro por lo segundo, aunque él por ahora da una de cal y otra de arena. Es decir, que por un lado anuncia sus planes para cohesionar a la afición de un club desafecto en general con su directiva pero al tiempo defiende a su padre en temas tan espinosos como el reparto de dividendos o en su política de gasto bajo, gurrumino, en cuanto a fichajes, a la que progenitor e hijo le unen un estudiado y estratégico optimismo, una alocada alegría respecto a las posibilidades de un equipo que el pasado verano perdió a sus estrellas y se quedó con lo puesto: con un plantel falto de refuerzos en casi todas las líneas. El panorama, en fin, no está claro, aunque no queda otra que confiar en que la salida de González Sr. del escenario, con todos sus tics autoritarios y con esa arrogancia barbada y tan suya, dé paso al menos a un periodo de mayor estabilidad interna y de mejor relación del club con las instituciones públicas y en especial con el Consistorio. Porque si algo está claro es que Carlos González podría haber cosechado los mismos éxitos deportivos que cosechó sin dejar en su legado tanta soberbia y tanto mal ambiente. Quizá el hijo consiga mantener lo primero y desterrar lo segundo. Ojalá, claro, ojalá.

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