Crónica personal

Pilar Cernuda

Garganta profunda

HA muerto Mark Felt a los 95 años. Su nombre no dice nada, pero si se explica que es el hombre que informó a Bernstein y Woodward sobre el caso Watergate, nos daremos cuenta entonces de que Felt es una figura que pasará a la historia. Consiguió tumbar un Gobierno, nada menos que el de Estados Unidos, al obligar a Richard Nixon a dimitir cuando los dos periodistas del Washington Post denunciaron que desde la Casa Blanca se había ordenado espiar el cuartel general del Partido Demócrata y demostraron esos dos periodistas que el presidente mentía sistemáticamente cuando negaba su vinculación con el caso.

Durante treinta años, el nombre de Felt fue desconocido. Sólo tres personas sabían quién era la fuente informativa del Watergate: los dos periodistas que firmaban las crónicas más el director del W.P., Ben Bradlee. Fue el propio Felt el que decidió dar el paso adelante en el 2005, a través en una entrevista que le hicieron en Vanity Fair. Felt, cuando el escándalo Watergate, era director adjunto del FBI y, aunque varios dedos le señalaron como fuente en esos años, Bernstein y Woodward insistían en que jamás revelarían su fuente, a la que llamaron "garganta profunda" porque, al parecer, su voz sonaba ronca al otro lado del teléfono. Desde entonces, así se llama en los ambientes informativos a las personas que facilitan información privilegiada y exigen silencio sobre su identidad.

En algunos círculos se ha puesto en cuestión la lealtad Felt, si era lícito, ético, divulgar secretos que conocía por ocupar un cargo de confianza. Lo que habría que preguntarse es si las personas que ocupan cargos de confianza están obligadas a guardar secreto de las actuaciones ilegales y delictivas cometidas por los más relevantes personajes, como fue el caso de Richard Nixon. También, en su momento, un porcentaje muy alto de la opinión pública americana, así como la mayoría de los medios de comunicación americanos, cuestionaron el papel del Washington Post al denunciar el Watergate e insistir a diario en aportar nuevas pruebas. Hoy nadie duda de que Bernstein, Woodward y Bradlee hicieron lo que se esperaba de periodistas responsables y que defendían a machamartillo la verdad y la decencia pública, aunque esa defensa pasara por algo tan traumático como la dimisión del Jefe del Estado.

El Watergate está considerado como un acontecimiento político que dio un giro a la historia de EEUU, y es también un caso periodístico que marca un antes y un después en la forma de trabajar. Fue ejemplo de independencia ante el poder, con un comportamiento valiente del Washington Post . Y fue ejemplo de cómo raccionar ante una fuente: primero hay que identificarla para estar seguros de que es fiable, que está capacitada para conocer los datos que suministra. Y, segundo, es necesario preservarla por encima de todo, guardar su identidad.

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