Cuchillo sin filo

Francisco Correal

El GPS de los Simpsons

LO que pasó ese año es lo que realmente nos hizo globales. La revista Time ha dedicado un suplemente especial a los acontecimientos de 1989 que cambiaron el mundo, en expresión del editor de la publicación, Michael Elliott. No seríamos lo que somos sin la caída del muro de Berlín, sin la perestroika, sin la www (iniciales de World Wide Web) diseñada por Tim Berners-Lee, sin el viaje equinoccial de Nelson Mandela desde la cárcel a la presidencia de Suráfrica, sin la puesta en marcha del GPS (iniciales de Global Positioning System). Cayó el muro en la ciudad que veinte años después homenajea a Le Corbusier, pero fue el monumento más popular, por impopular. Sería impensable que veinte años después la doble página publicitaria que abre la revista fuera un anuncio de una multinacional de mensajería con la orquesta de Leipzig, ciudad de la antigua Alemania del Este que se hizo del Oeste como las novelas de Kart May. Veinte años después, Mijail Gorbachov, artífice de la disolución de la Unión Soviética, ha asistido a la conferencia de Barack Obama en Moscú. Estados Unidos está ahora en su particular perestroika. Todo es global, para lo bueno y para lo malo. En 1989 explotó la burbuja financiera en Japón, el famoso Nikkei, y Osama ben Laden y el médico Ayman Al-Zahawiri diseñan el gabinete del terror de Al Qaeda. Es el año de los Versos Satánicos de Salman Rushdie (veinte años después, todos somos Rushdie aunque leamos versos de Campoamor) y de los Simpsons, quizás el fruto de ese año al que menos le ha afectado el paso de los años. Dos tragedias marcaron el 89: la matanza de Tiananmen, cuyas secuelas se silenciaron con los Juegos Olímpicos de Pekín y reaparecen con la limpieza étnica de Xinjiang, y los noventa y seis aficionados fallecidos en el estadio Hillsborough de Sheffield cuatro años después del horror de Heysel. Los ingleses estaban fuera del fútbol europeo y ahora Europa no sabe vivir sin los ingleses. Dinamarca fue el primer país que legalizó la unión entre parejas homosexuales. Tres años después, ese país ganaba la Eurocopa de Suecia de 1992. En España se produjo la misma relación causa-efecto entre bodas gays y triunfo en la Eurocopa. Las uniones son libres, los hechos son sagrados. Hace veinte años, el Betis también bajó a Segunda División.

No sé si con tanta globalidad elegí un buen año para casarme, pero aquí estamos veinte años después. Para mí fue el hecho más importante de 1989, aunque no aparezca en el Time. Me casó el cura que no debía, mi mujer leyó lo que tenía que leer el sacerdote, hubo trifulca entre fotógrafos, una semana después salió ardiendo el lugar del convite y en la luna de miel que iniciamos en Ayamonte tuvimos de anfitriones a dos parejas en proceso de separación. Por eso seguimos juntos. Las bodas perfectas no llevan a ninguna parte.

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