Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre / Azaustre@yahoo.es

Francisco Solano Márquez

FRANCISCO Solano Márquez tiene esa mirada de cristal apergaminada por la prosa que antes exudaban los buenos periodistas. Antes, el estilo era un producto del oficio, de una artesanía del lenguaje. Francisco Solano Márquez pertenece a esa rara estirpe circular que era un magisterio sin maestros, una profesión curtida sola. Cualquier libro escrito por Solano, cualquier reportaje, cualquier texto, tendrá una cualidad de honda pericia sobre la exactitud de una bondad. Quizá en eso consista, realmente, el estilo literario: en una proyección desde uno mismo, y es por eso que el estilo literario de Solano es la exactitud de una bondad porque eso mismo ha sido, en las últimas décadas, el rastro cordobés de Francisco Solano. Maestro de periodistas, sí, pero maestro de prosistas igualmente. Un maestro silencioso, al que hay que buscar diseminado por sus colaboraciones en la vieja y ejemplar Enciclopedia de los Pueblos de Córdoba, donde exhibió un noventayochismo cincelado, una plasticidad muy de escritor/pintor, que de una paletada da una página, o en el hermoso libro Córdoba de ayer y hoy, donde el diálogo objetivo entre fotografía y texto, entre la imagen y la prosa poética desprovista de excesos y derrames, daba una visión de la ciudad pasada hacia el futuro.

Esta tarde, en la Delegación Provincial de Cultura, presenta Francisco Solano Márquez La Córdoba de Antonio Cruz-Conde, con una portada espléndida del monumento a Manolete frente a la iglesia de Santa Marina. De los muchos aciertos de Almuzara, la editorial de Pimentel, quizá no haya ninguno como éste, que tiene la oportunidad histórica, su necesidad de ahora en una reflexión: especialmente, si queremos saber hacia qué vértice, nervudo y personal, queremos inclinar esta ciudad.

Libro acierto o libro de justicia, porque sitúa al autor, de nuevo, en la palestra de la actualidad. El trayecto vital de esta ciudad es incomprensible sin Solano, sin su gusto elegante por la serenidad de andar por casa. Para Solano, pasear por Córdoba, por esa misma iglesia de Santa Marina cuando se inauguró su iluminación nocturna hace más o menos una década, es una serenidad de andar por casa. Quizá por esa certidumbre, por una modestia que es, realmente, muy poco periodística y mucho menos literaria, Solano se prodiga más bien poco, es casi una sombra de sí mismo que ahora surge, plena, en este libro pleno sobre el personaje pleno que fue Antonio Cruz-Conde, alcalde visionario y con visión. El antes director de la Obra Social y Cultural de la Caja Provincial ahora es escritor memorialista, y es memoria viva en la ciudad: esta Córdoba escrita por Francisco Solano, en una evocación, es el mejor lugar del mundo imaginable.

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