Flores de Azafrán

Atacando a Woody Allen, los nuevos fanáticos de la ultracorrección están atacando la vida misma

Al final de esa novela maravillosa que es El legado de Humboldt, de Saul Bellow, se cuenta el entierro de un poeta olvidado que murió más solo que la una en un hotelucho de Times Square. Al entierro sólo van un tío suyo muy anciano, cuya única ocupación en la vida ha sido robar dinero a sus hermanas para apostarlo a las carreras, y un compañero suyo de asilo, mecánico jubilado, que se empeña en cantar ópera. Con ellos va un antiguo amigo del poeta que al final acabó peleado con él porque ya no podía soportar su manía persecutoria. Cuando el ataúd baja a la fosa, el mecánico jubilado, Menasha, canta un aria de Aida llena de gallos. Al salir del cementerio, Menasha ve unas flores y pregunta qué son. "Deben de ser azafranes", le contesta alguien. Y así termina la novela.

Eso es Bellow, claro, pero podría ser también Woody Allen. De hecho, Allen siempre ha dicho que su autor favorito era Bellow. Y tanto que sí. El tío Waldemar, que apostaba a las carreras, o el mecánico Menasha, que quería ser cantante de ópera, o el amigo abrumado por los delirios de grandeza del poeta insoportable: todos podrían ser personajes de Wonder Wheel o Broadway Danny Rose (o de cualquier otra de sus películas). Porque todas las películas de Woody Allen, sean las que sean, ya sean buenas o malas, dejan la misma sensación que deja la novela de Bellow: la de haber asistido a un espectáculo agridulce en el que hemos visto pasar la vida por delante de nosotros, una vida hecha de muerte y de canciones, de amor y de olvido, de tumbas solitarias y de flores moradas de azafrán. Es la vida que da vueltas como la noria de Coney Island, la que está arriba y es hermosa como un aria de ópera, pero luego baja y es áspera e insoportable, como el poeta olvidado y como el canto desafinado de un pobre mecánico.

Ahora, ante una campaña reiterada de acusaciones sin pruebas, los nuevos inquisidores están persiguiendo a Woody Allen como si fuera un monstruo. Incluso se dice que su nueva película no será distribuida. Atacando a Woody Allen, estos fanáticos de la ultracorrección están atacando la vida misma, la vida imprevisible que sube y baja, la vida que pasa y nos deja una canción desafinada y unas flores de azafrán entre las tumbas. Cualquiera que haya visto una película de Woody Allen sabe que este hombre ama la vida. Sus enemigos, en cambio, sólo aman las tumbas.

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