Fin de época

En política no conviene errar dos veces seguidas. Nieto lo hizo y ahora se queda, o eso parece, sin caballo

Cambio de etapa en el Partido Popular cordobés. Así, de un plumazo, sin que nadie se oliese la tostada. José Antonio Nieto se torna historia como presidente provincial y ahora se abre una nueva época en la que el que más y el que menos tendrá que recolocarse y barajar los naipes. El comité nacional de los populares tomó su decisión -la de no permitir al exalcalde compatibilizar el liderazgo en la provincia con su alto cargo en Madrid- y ahora es lo que hay. Cuentan que en la moderna sede cordobesa del PP, allá por el Vial, la noticia cundió ayer como la pólvora y dejó a más de uno mudito. Nieto incluido, por supuesto, ya que la maquinaria estaba activada para llevarlo en volandas a la victoria en el congreso. La mayoría de los cargos se habían manifestado de hecho hace unas semanas dentro de una exótica campaña en las redes sociales que, como ya se dijo por aquí, tenía mucho más de aviso para navegantes que de afirmación ilusionada. Habrá que ver ahora si tal unidad, en apariencia frágil, se sostiene o si Moreno Bonilla, jamás cercano a Nieto y ayer evidentemente contento, le mete mano a Córdoba, tienta las flaquezas de más de uno y consigue así colocar a alguien cercano en la Presidencia provincial. No lo auguro, sino que más bien veo un acuerdo que permita cierta pax entre las distintas familias, aunque tampoco es descartable un hundimiento del nietismo ahora que Nieto pierde el despacho en la sede de Rafael de La-Hoz . Ya se sabe que la fidelidad se fragmenta cuando el emperador se baja (o lo bajan) del caballo. Sorpresón en cualquier caso. Sorpresón de los grandes, con mucha entretela de fondo, que demuestra que el PP de Rajoy se está jugando duro en cuanto a cuotas y que a Nieto estos manejos lo han pillado en fuera de juego, casi que en batín, pijama y pantuflas. Él tuvo la oportunidad, como parecía razonable, de pilotar su sucesión una vez se marchaba a Madrid, pero optó por el erre que erre sillonero, por pensarse ungido de ubicuidad, y al final se encuentra con la posibilidad de que, tras tantos años, su herencia se diluya entre buenas palabras y tiernos adioses con la mano. En política no conviene errar dos veces seguidas... y Nieto lo hizo. El emperador se queda, o eso parece, sin caballo.

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