Cada vez que salta el gran asunto "farolas" en la ciudad les aseguro que me tiro en plancha en la primera trinchera que veo. Este, aparentemente, inocente asunto termina siempre a tiros, dialécticos por supuesto. Y es que lejos de lo que ocurre en todo el territorio nacional, ámbito en el que se acomodó este interesante elemento de decoración urbana, en nuestro querido Califato cada quinquenio sacamos a debate ciudadano la defensa de los valores patrimoniales, identitarios y, no sé cuántas cosas más, aprovechando la colocación de unas farolas en una nueva zona de la ciudad o, lo que es peor, en una zona mejorada.

Me temo mucho que detrás de la defensa de este objeto de mobiliario urbano hay algo más que deseos estéticos u ornamentales. Entre bambalinas, parece estar una especie de resorte que insiste en llevarnos a otros tiempos, despreciando la presencia del arte contemporáneo en nuestras calles y de cualquier matiz de contemporaneidad. En el anhelo de una ciudad ahistórica y estancada.

Los creadores del arte son, ante todo, curiosos compulsivos. Su fascinación por el oficio los sublima, los carcome, sin importar si estos impulsos son egodistónicos y egosintónicos. Lo primero que los captura es la curiosidad por entender cómo Gehry fue capaz de trasformar en arte la arquitectura; cómo puede Sergio Pitol escribir con tal claridad de pensamiento y que resulte imperecedero ; cómo pudo Horowitz tocar el piano de esa manera?

El arte y sus expresiones son básicamente técnica, después de todo la palabra arte deriva del griego téchne, y cada época debe dejar su impronta técnico-artística, basada en el respeto y cuidado de lo existente y en el paso valiente y decidido hacia el horizonte.

Les aseguro que creo firmemente en la necesidad de que la ciudadanía participe en el diseño de la ciudad que habita y paga. Creo interesante un modelo donde los ciudadanos se hacen cargo de su mobiliario urbano como si fuera el aparador de su casa. Pero sabiendo que no lo es. De ahí la necesidad de educar, de seguir educando, para seguir participando en el diseño de la ciudad con rigor y con datos. Es posible preservar los valores patrimoniales de una ciudad y dar cabida a las expresiones artísticas contemporáneas, al menos debe ser posible. Debemos hacer todo lo posible para que esto ocurra.

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