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Enrique Bellido / Ex Senador

Estilo primitivo

EL Animoso. Así también era conocido el duque de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y primer miembro de la dinastía de los Borbón que accedió al trono de España como FelipeV.

Sus cuarenta y seis años de reinado no representaron, en modo alguno, un periodo de tranquilidad y desarrollo tras los enfrentamientos sucesorios a los que se vio abocado y aquellos que hubo de mantener con países como Inglaterra, Austria, Holanda o Dinamarca. En uno de los cuales, allá por 1704, perdimos Gibraltar.

Sin embargo, es de justicia recordar que bajo su reinado se fundó la Biblioteca Nacional, y se crearon las Academias de la Lengua, de Medicina o de la Historia, hoy tan presentes en la cultura española.

Pues bien. Parece ser que era a El Animoso -que tantos problemas depresivos viviese durante su reinado- a quien el diputado de Ezquerra Republicana de Cataluña, Joan Tardá i Comas se refirió el pasado fin de semana, coincidiendo con la celebración del 30 aniversario de la Constitución española, al terminar su intervención ante un grupo de independentistas catalanes con el grito de ¡muerte al Borbón!

Al menos así han pretendido justificarlo sus correligionarios, en un ejercicio tan pueril como cobarde, ante el temor de unas acciones disciplinarias que un Estado constitucional como el nuestro no debiera eludir.

No voy a entrar a valorar los verdaderos deseos del diputado Tardá de acabar con la monarquía por la vía de hacerlo con su más directo representante, porque prefiero creer que la legítima ambición republicana del otrora profesor de Lengua y Literatura Catalana no se confunde, en modo alguno, con un medio, como es la muerte, para alcanzar sus objetivos.

Sin embargo, debe resultar indignante para cualquier español que uno de sus representantes parlamentarios, uno de los que, gracias a la Constitución que permanece vigente porque así lo desea la inmensa mayoría del pueblo, puede ejercer de forma retribuida el ejercicio de un cargo público y democrático, pierda la templanza y la prudencia debidas, alentando en la ciudadanía actitudes agresivas, ante su reducida capacidad para atraer, desde la razón, de forma mayoritaria, a los ciudadanos hacia sus postulados.

Como indignante lo es que en dicho acto acusase de corruptos a los miembros del Tribunal Constitucional por no reconocerle el derecho a la secesión que su partido demanda y tanto la Carta Magna como la gran mayoría de los españoles rechazan.

No coincido con el presidente del Congreso, José Bono, en su intento de edulcorar el debate apelando a una pretendida "emotividad y primitivismo" del catalán, que ni se dan en un personaje con formación intelectual y universitaria, ni son compatibles con el desempeño digno de su condición de diputado nacional.

Como parece incompatible con el cargo de presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias el comportamiento del alcalde de Getafe, Pedro Castro, al afirmar en un acto político que "todavía hay tontos de los cojones que votan a la derecha".

Paradójicamente, más de diez millones de "tontos de los cojones" que mantenemos indemne nuestra capacidad para elegir democráticamente la opción política que más nos convence, tal vez frente a quienes votan a la izquierda, que por hacerlo, quién sabe, de forma más refleja, estarán tocados por la esencia de la sabiduría. Una vez más, ese estilo "primitivo" de parte de nuestra clase política, que pretende arrancar de la degradación del contrincante los mayores aplausos, muestra su imagen más pobre.

Es un insulto a media España, por mucho que se debiera a un calentón -peor me lo pones-, que debiera inhabilitar a quien preside la FEMP para este cargo, aún a pesar de que en Getafe lo voten mayoritariamente. En el tejado del PSOE está la decisión.

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