Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

Esperanza en Bombay

ESPERANZA no es la espía que me amó, pero ha desarrollado una fruición de nervio contenido bajo el traje, de resistencia ante el dolor del aire, de dinamismo en medio de la acción, que para sí quisiera no ya cualquier chica Bond, sino un especialista de efectos especiales. Esperanza sintió las balas silbar sobre su cabeza, y esto es algo que hemos visto mucho en las películas y también en el cómic de superhéroes, de manera que la propia expresión, sentir silbar las balas, es un lugar común cinematográfico que ahora, con la expresión plástica y tangible del cuerpo de Esperanza resbalando entre la sangre probable, escuchando el estallido sordo y compacto de los disparos sobre su cabellera rubia, encuentra plenitud sobre el espejo de una realidad.

No sé si el afán de supervivencia es de izquierdas o de derechas, y tampoco tengo claro qué habría hecho José Blanco en caso de encontrarse cercado por las balas. Por si las moscas, Blanco se ha apresurado a evidenciar lo que no debería haber hecho Aguirre, esto es: "se marchó corriendo de India sin importarle la gente que quedaba allí en situación de dificultad". Sin embargo, según parece, cuando Esperanza logró llegar a un coche, pertrechada por su equipo de seguridad, llamó a Isabel Gallego, la directora general de Medios de Comunicación de la Comunidad de Madrid, para sacarles del malecón, pero varios agentes de policía les impidieron salir de allí porque allí, al menos, estaban seguros dentro del cordón policial. El instinto de Esperanza no sabemos si fue el de una heroína en movimiento, porque con el fragor de las bombas, las explosiones, los cuerpos en racimo en el hotel con las entrañas tiernas, lastimosas, sobre el piso del vestíbulo, se nos hace difícil o imposible reconstruir la situación; pero si Esperanza Aguirre buscó la libertad del viento urbano, y se abrió paso hasta un coche y desde allí llegó hasta el aeropuerto, entre el humo y los cristales rotos, desvalida y descalza, con las plantas de los pies ungidas por una sangre que podría haber sido suya, lo único que mostró fue ese mismo afán de una supervivencia que es un valor de fe, de fe en la vida.

Hay un momento en el que la contienda política diaria debe dejar paso no ya a la elegancia retórica, sino a la honradez moral. No me gustan muchas políticas de Esperanza Aguirre, pero me gusta todavía menos ver a un dirigente de un partido de izquierdas no tener hondura ni visión políticas, ni un sosiego ético que le pueda sacar de la refriega espuria. ¿Qué habría hecho José Blanco? ¿Se habría encarado con los terroristas, muy en plan Daniel Craig, para desarmarles a fuerza de talante? ¿Habría hecho quizá de escudo humano? Seguramente Bond, Pepe Bond. Esperaremos a la próxima película.

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