El debate político español gira en torno a si el PSOE recupera su predominio en la izquierda o si España es plurinacional. La moción de censura y el congreso del PSOE orbitan alrededor de esas ideas. En ambos casos se olvidan las virtudes de la restauración democrática hace 40 años: diálogo, consenso, respeto al adversario. Irene Montero, una de las sorpresas de la moción de censura, terminó su larguísima pero brillante intervención con Machado: "Hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra España que bosteza". Al día siguiente, otro de los destacados del debate, el portavoz socialista José Luis Ábalos, cuyo timbre de voz recuerda a Adolfo Suárez, completó el poema: "Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón".

Es fácil detectar a herederos de esas dos Españas guerracivilistas. Por ejemplo, Pablo Iglesias, que dijo en su respuesta a Tardà algo relevante: "Hay una oportunidad histórica de construir un camino constituyente sin el Partido Popular y sin sus aliados". Planteó una reforma constitucional sin media España y lo presentó como una oportunidad. Mi admirado Eduardo Jordá ha escrito estos días que la España plurinacional ya existió en 1873, con la I República. Por un período breve fueron naciones soberanas e independientes Jaén y Granada, Algeciras y Cádiz, Motril y Sevilla. Y aunque le experiencia duró poco, la nación de Granada estuvo a punto de declararle la guerra a la nación de Jaén por una disputa fronteriza.

Las dos Españas basan su razón de ser en un mundo dividido en buenos y malos. Iglesias vuelve a ser un maestro en la materia. El PNV ha aprobado los presupuestos generales del Estado a cambio de miles de millones para Euskadi. El jefe de Podemos llamó a eso "acuerdo generoso", mientras tachó a los dos pequeños partidos canarios de sinvergüenzas y vendidos por aprobar los mismos PGE por unos cientos de millones para las islas. A unos jabón y a otros ácido; todavía hay clases: Iglesias es firme partidario del Concierto vasco, uno de los factores de desigualdad más notables de la financiación territorial. Cuando quiere agradar y no puede llamar bueno a su contrincante, lo califica de inteligente. A Rajoy le reprocha la corrupción superlativa de su partido, pero lo compensa: "la diferencia entre Aznar y usted es que usted es inteligente y Aznar estaba convencido de ser brillantísimo e inteligentísimo".

La otra España la representa muy bien Rafael Hernando, con un estilo que nada tiene que envidiar al lepenismo, muy del agrado de los diputados del PP. Lo disfrutaron todos, también el presidente y la vicepresidenta del Gobierno, encantados de presenciar el número del hooligan de su grupo. Ni unos ni otros se dan cuenta de que las dos Españas hielan el corazón.

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