Tribuna

Grupo Tomás Moro

Emergencia educativa en Europa

AL contrario de lo que se anunciaba en los viejos trenes con ventanillas abatibles de que "es peligroso asomarse al exterior", pensamos que abrir las ventanas a lo que ocurre en la Unión Europea y a lo que piensan nuestros vecinos de más arriba de los Pirineos siempre resulta beneficioso. Leer aquella prensa o escuchar sus emisoras de radio nos permite entrar con más seriedad y conocimiento en los problemas que acucian a los españoles. No es el menor entre ellos la situación de la enseñanza en la que radica el futuro de nuestras sociedades y sobre la que tantos lamentos surgen en los ambientes más profesionales sin encontrar alivio en nuestra legislación docente, nacional o autonómica.

Recientemente, el Papa Benedicto XVI (23/02/2008) ha dirigido una carta a los fieles de Roma -válida también para el mundo occidental- en la que va a la raíz de las causas que generan la dificultad de educar para la vida más allá de la real irresponsabilidad de muchos adultos o la falta de adecuación de la familia, así como aquella "atmósfera difusa", aquella mentalidad y cultura que hacen dudar del significado de la verdad y del bien, valores perennes y fundamentales que no se transmiten automáticamente.

Entre los diversos comentarios que ha suscitado, nos ha llamado la atención la entrevista hecha a un judío, Giorgio Israel, profesor de Historia de las Matemáticas en la Universidad La Sapienza de Roma, dolido, como otros muchos, de la impedida visita del Santo Padre a su universidad en nombre de la libertad de la razón.

Para este honorable judío, la escuela italiana en la que él se formó fue infinitamente mejor que la actual como institución en que brilló la calidad, sin marginar la educación recibida de su padre que le propuso su modo de ver y un gran amor por el conocimiento, racional y científico. Cuando la periodista le pregunta sobre el porqué es más difícil educar hoy y sobre si se ha llegado a una situación de emergencia en la educación, Giorgio Israel responde: "Ha influido desgraciadamente la contestación de los años sesenta que ha destruido la estructura de la institución y el principio de autoridad, esencial en la instrucción. Estos aspectos de antagonismo libertario se han mezclado recientemente con una actitud de tipo tecnocrático que oscila entre dos polos, ambos equivocados. Por una parte, el abatimiento del mérito, y "permanecer en los errores, fingir que no se ven o, peor, condividirlos como si fuesen las nuevas fronteras del progreso humano", como dice el Papa. Pienso en una delirante indicación de la legislación española sobre la escuela que afirma el derecho de los niños a equivocarse. Todos cometemos errores siempre, pero es necesario educar para tener capacidad de reconocer el error, ¡para no enseñar la exaltación del error! Se destruye así la idea de la enseñanza a favor del autoaprendizaje o capacidad de enseñarse a sí mismo que reduce al maestro a una suerte de animador cultural. Por otra parte, se presenta la escuela como empresa basada en principios de ingeniería de gestión. Pero la escuela no es abastecimiento de servicios o productos aunque sean excelentes, sino algo peculiar en sí misma, es decir, la educación, el conocimiento". Severo análisis y grave enjuiciamiento de la enseñanza en Italia y España.

Poco se puede añadir a tan clarividentes palabras de un no cristiano que coincide con Benedicto XVI cuando éste señala la tarea urgente de la educación. "El amor y afecto del maestro no deben prescindir de la severidad ni de la corrección. No se pueden confundir con la condescendencia indiscriminada a todas las sugerencias de los niños y jóvenes, y mucho menos con una familiaridad o camaradería que quite autoridad a quien tiene el deber de enseñar". Es lo que hemos oído y leído en no pocas ocasiones a los enseñantes españoles ante el estado actual de la enseñanza en nuestra nación.

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