Duelo Postnieto

El PP cordobés, salvo en los años de los amoríos de Álvarez Cascos, apenas ha pintado nada en Madrid

José Antonio Nieto compareció ayer tras un largo silencio y aceptó el hecho consumado: que no podrá cumplir con su pretensión de compatibilizar el alto cargo que ejerce en Madrid con la presidencia provincial de los populares. Tras años de éxitos, en los que su baraka electoral nunca le falló, al exalcalde se le han acumulado en poco tiempo dos duras decepciones, así que es normal que ayer se mostrase contrariado con la dirección de su partido, a la que acusa, sin saltarse las buenas formas pero con claridad, de dejar sin autonomía al PP cordobés. Un argumento, claro, que también parece aludir a una singular amnesia de Nieto, pues no es la primera vez que Madrid hace y deshace en Córdoba, algo que él conoce bien de aquellos años en los que un grupo de jóvenes y veteranos entre los que él se encontraba le pegaron la patada en la silla a Enrique Bellido y a lo que se llamó el Foro de los Catetos. Ahora cambian las tornas, y el problema de Nieto ni es esto ni es lo otro, sino que Mariano Rajoy en su día no lo eligió. De ahí viene todo, de que pugnó por el liderazgo autonómico y al final no lo logró, debilitando con sus ausencias su gestión municipal hasta el punto de perder la Alcaldía y quedándose en una posición un tanto marginal respecto a los nuevos tiempos que llegaban como Moreno Bonilla como líder. En la política, y en la vida en general, las putadas vuelan y cuando te alcanzan no queda sino respirar tres veces y envainarse. Nieto, en fin, midió mal, se equivocó de bando, y ahora lo único que le resta es intentar que exista una cierta continuidad y calma en el partido, para lo que confía en el parlamentario andaluz Adolfo Molina. Tipo educado y correcto, de porte y flema, natural de una ciudad, Cabra, tan proclive a dar políticos, al señor Molina le tocará batirse con una facción critica al nietismo y más cercana a Juanma Moreno que no se arredra y que anoche anunción que se presentará al Congreso bajo la candidadura de la también parlamentaria Rosario Alarcón. O sea, que a uno de ambos le tocará gestionar el postnietismo, en el que tendrán que intentar pacificar las revueltas aguas y lograr que el PP pinte algo en Madrid, algo que no se consigue desde los años a los que a Cascos le dio por echarse novia aquí. Con Nieto no se logró y en ese fracaso está cifrada su decepción.

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