Qué curiosas coincidencias tiene la vida, Dolores. Sonaba en casa el segundo de tus discos con tu banda, The Cranberries, cuando echando un vistazo a Facebook me enteré de tu injusta marcha. Qué curiosa coincidencia, ese disco, No need to argue (No hay necesidad de discutir), fue hace poco más de 20 años bálsamo para mis heridas, unas heridas muy profundas que me dejó otra marcha, la de una de las personas más importantes que ha pasado por mi vida. No te puedes ni imaginar lo que entonces me ayudó escuchar una y otra vez tu voz, tu eternamente preciosa voz, tu voz desgarrada gritándome entre guitarras afiladas aquella estrofa de Zombie en la que, como si la hubieras compuesto sólo para mí, insistías en que todo lo que me estaba convirtiendo en un zombi humano estaba en mi cabeza. Esa canción, esa tu protesta por el atentado perpetrado por el IRA en la ciudad inglesa de Warrington en 1993 en el que murieron dos niños, cuya historia no tenía nada que ver con lo que me estaba pasando, me sirvió de medicina junto a los otros 12 temas de ese álbum para ayudarme a salir de ese bucle de autodestrucción en el que aquella insuperable pérdida me sumió.

Y me sirvió como bálsamo también después de indagar en tu vida y descubrí que la historia de quien con su música me estaba aliviando fue una historia muy difícil con una niñez muy humilde allí en Irlanda y llena de contratiempos, una historia complicada a la que sobreviviste no sin eternas cicatrices. Con tu música como banda sonora de esos difíciles momentos muy poco a poco empecé a abrazar esa cruz que me quemaba día a día las entrañas y, como tú, conseguí sobrevivir entonces no sin eternas cicatrices.

Qué curiosas coincidencias tiene la vida, Dolores. Cuando me enteré de tu injusta marcha estaba escuchando ese tu segundo disco con The Cranberries porque necesitaba hacerlo, necesitaba ambientar mis nostálgicos recuerdos en estos días en los que se cumplen 25 años [ayer, 17 de enero, precisamente] de uno de los días más maravillosos de mi vida compartido con esa persona tan importante que, curiosamente, también se marchó prematuramente de manera injusta. A ese importante día, aquel 17 de enero de 1993, ella y yo le pusimos el colofón escuchando otra de tus canciones, Dreams (Sueños), que para nosotros era como un himno de lo que esperábamos vivir en común. Qué curiosas coincidencias tiene la vida, Dolores. Te has ido joven como se fue Mari Carmen, que así se llama esa persona muy importante para mí y que vive día a día en mi corazón, a la que como a ti quiero rendir un homenaje eterno con este humilde artículo. Qué injusta es la vida. Gracias, Dolores, por tu música, por ese bálsamo que me ayudó a aliviar unas heridas que quemaban mis entrañas. Descansa en paz.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios