Espero que hayan tenido una magnífica entrada de año y que sus Majestades de Oriente hayan sido bondadosos. De mi salida del anterior, supongo que al igual que muchos, sólo puedo decir que todo lo que queda es mejorar. La posición de las festividades ha indultado a esta Rayuela durante un par de semanas, así que entiendo que, aunque tarde, lo más adecuado es desearles lo mejor para este estrenado 17. Y es que las fiestas bien sabemos que son para compartir con familia y amigos. Uno, durante estas semanas, más allá de algún balance anual, relaja su atención sobre la actualidad, en mi caso, algún libro más a mano y si hay niños a dejarse llevar. Lo que antes resultaba una revisita obligada a los clásicos de Disney hoy lo es a los clásicos de Pixar. Eso se traduce en que he sonreído con la deliciosa primera media hora de Wall-e y he llorando a moco tendido con los primeros veinte minutos de Up. No se preocupen. Mañana acaba todo y nos enfrentaremos a uno de los grandes lunes del año. Resulta ser además una especie de lunes límite para iniciar, ahora sí, los buenos propósitos para el año nuevo.

Y, aunque como les digo, mi seguimiento de noticias disminuye considerablemente, de algunas cosas sí que me he enterado. La cabalgata de Reyes ha salido este año en nuestra ciudad y, en Madrid, las derechas parecen más indulgentes con Manuela Carmena una vez cotejada la corrección del atuendo real. Sin embargo, la alcaldesa de la capital se ha visto obligada a tomar medidas a raíz de la alta contaminación que sufre la ciudad. Al parecer existe un protocolo con diferentes niveles y se elevó a fase 3 por la concentración de dióxido de nitrógeno, lo que supuso la restricción del acceso de vehículos a la almendra central de Madrid. Esto condenó a Esperanza Aguirre a permanecer encerrada en casa una vez descartada cualquier alternativa de transporte urbano, pobre. Y, aunque incómoda, la decisión parece comprensible. Me refiero a la de Carmena, claro. De hecho, ese va a resultar un propósito prioritario para el año que estrenamos. Eliminar total o parcialmente la toxicidad en su dimensión humana, o lo que es lo mismo, sacar de mi vida a la gente tóxica. Porque, amigos, siempre hay alguien. Es posible que establezca mi propio protocolo. Y si las circunstancias me impiden erradicarlas drásticamente limitaré por niveles. Por ejemplo, no tendré ningún tipo de contacto los días pares. Así, se incrementan considerablemente las posibilidades de elevar mi calidad de vida la mitad del tiempo. Prueben, yo ya lo he decidido.

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