reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

Días culturales

LA oferta cultural de la ciudad, en su amalgama múltiple de públicos cambiantes, viene ocupando escenarios muy diversos, generados muchos de ellos con la fuerza de quien tiene una idea y la lleva adelante sin más apoyo que su convencimiento. Es lo que diferencia unas iniciativas de otras, esa voluntad de perfilarlas no sólo en el diseño de unos rasgos, sino en la determinación de articularlas con una intención continuista. Pienso, por ejemplo, en el ámbito de la poesía más última, en el colectivo Otoñeces, capaz de organizar un ciclo de recitales en lugares tan inverosímiles, y al mismo tiempo cromáticos, frescos, novedosos, inspirados por nuevas sensaciones, como una pescadería o el patio trasero de un restaurante, convertido también en un marco otoñal de aire taciturno y también sorpresivo. Es la fuerza exacta de la imaginación, dotar a unos espacios de otras aplicaciones, en las nuevas vivencias de un futuro añadido, lo que ha convertido a un colectivo como Otoñeces en un referente de nuestra nueva agenda, o la cultura vivida con esa voluntad de reinventarse con su ingenio despierto.

En una línea distinta y complementaria, con ese impulso del proyecto elevado con la imaginación, figuran los programas de la Fundación Bodegas Campos. Son Los martes de la ermita, que también recuperan un espacio -en este caso, la Ermita de la Candelaria, que da nombre a los ciclos- en colaboración con la Fundación Cruzcampo, a lo largo de exposiciones en las que se mezcla lo científico, lo artístico y lo empresarial. Ya ha acogido conferencias como las de María Amor Martín Fernández, Amparo Berral -del Proyecto Visión sobre El nuevo hospital de Proyecto Visión en Etiopía: una historia de superación- y Carmen Galán, con el tacto continuo del olivo, o el arqueólogo Ángel Ventura. Esta variedad es una muestra de esta voluntad por ofrecer, en la Ermita de la Candelaria, una sucesión de temas y debates que van articulando la ciudad en su atisbo de días, en esa incertidumbre del futuro cada vez más resbaladizo.

Esta tarde el conferenciante es Pablo García Baena. La Ermita de la Candelaria es también la Ermita de la Poesía, una especie de santuario telúrico, desde que la presencia de García Baena se ha hecho habitual, diciembre tras diciembre, incardinando su voz poética de imagen, dibujada y vibrante, en todos los vectores cotidianos de las fechas y su respiración. De alguna manera, cuando García Baena diserta sobre los villancicos, como hoy, sobre esa larga tradición latente, corresponde también al propio espíritu de Los martes de la ermita: ir incardinando diferentes facetas, visiones y conceptos en un discurso rico que nos hace mejores, que nos hace mirar de otra manera la poesía vital del crecimiento. Con iniciativas así, los días culturales germinan de otro modo: nos los ganamos más, porque se hacen más vivos.

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