EL presidente de la Junta ha dicho que los políticos se enzarzan muchas veces en discusiones inútiles que nada interesan a los ciudadanos. Lo dijo con toda solemnidad en el Pleno parlamentario que conmemoraba en Antequera el 30 aniversario del pacto que dio lugar a la autonomía andaluza. No es que haya descubierto precisamente las Fuentes del Nilo nuestro presidente. Pero no está de más que alguien con el nivel de representación que tiene Manuel Chaves proclame en tribuna tan señera algo que los ciudadanos llevan años diciendo. Porque de lo que se está hablando, en realidad, es del desprestigio de la política. Un mal que una democracia no debería permitirse. Se desprestigia la política cuando los que se dedican a ella son capaces de llevarse semanas discutiendo sobre cómo y con qué calcetines escapó la presidenta de Madrid del infierno de Bombay. Como se desprestigia cuando todo un grupo parlamentario, que se supone que aspira a gobernar, protagoniza una pueril protesta cuando el presidente de la Junta se ausenta de la Cámara porque acompaña al Rey en un acto oficial . Y se cae en le perversión más absoluta de la política cuando se llama tonto de los cojones a los votantes del partido rival.

Ésta ha sido una semana de conmemoraciones. La Constitución cumplió ayer 30 años y el Pacto de Antequera los hizo el jueves. Échenle un vistazo a la nómina de políticos que protagonizaban la Transición en España y Andalucía y compárenla con la que ahora tenemos. Les aseguro que es un ejercicio interesante.

La política es una de las tareas más nobles a las que se puede dedicar una persona. Pero sólo lo es cuando está volcada al servicio de los ciudadanos. Y lo deja de ser cuando se aparta de esa exigencia y los políticos se convierten en una especie de secta ombliguista cuyos debates nada tienen que ver con lo que le preocupa a la gente de la calle. La reflexión de Chaves es por eso oportuna. No hay otros responsables del desapego de los ciudadanos hacia la política que los propios dirigentes políticos.