Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Despegue y escape

Hay gente que anhela despegar y pirarse con un "ahí os quedáis", que sería su despedida más cortés

Hace algunos días alguien me dijo, como revelándome una intimidad, que cada vez piensa más en el cielo. No tenía nada que ver con ningún credo religioso, no se trataba de nada espiritual: hablaba del cielo como algo físico, un espacio habitable. Se preguntó si eso estaría relacionado con su repentino interés por la meteorología, aunque en ningún caso salió a relucir en su monólogo el cambio climático. Quiso la casualidad que poco después otra persona me contase su deseo de vivir en aviones que sólo pisaran tierra para reponer combustible y avituallarse. Últimamente pasa más tiempo mirando hacia arriba buscando la estela blanca de un avión surcando el cielo y cuando la encuentra, me dijo, tiene accesos de melancolía y nostalgia que lo transportan a su infancia si le recuerda el trazo de la tiza sobre la pizarra de la escuela o a su juventud si evoca una raya de cocaína en el Gre.

Y sin embargo, a pesar de lo dicho, ninguno de los dos pertenece a esa clase de individuos de los que se suele decir que viven en una nube. Ni tampoco es lo suyo el escapismo. Ocurre que ambos, como otros tantos -me parece-, están muy cansados de tener que sacar al final de cada día los pies del fango acumulado aquí abajo. Demasiada porquería: no sólo la contable -la que se ve y se huele, con sus estadísticas sobre toneladas de cochambre pudriendo los océanos e intoxicando el aire cada vez más irrespirable, abrasando los campos y ensuciando las ciudades-, también la otra, sin duda más nociva, esa que se padece como una plancha de plomo atornillada al plexo solar, igual que si vistiéramos una camisa de fuerza asfixiante que agosta el ánimo mientras la rutina devora como un tumor.

Así que fantasean con otro lugar. Y qué mejor que el cielo. Ya ni siquiera vale esa isla, petada y hasta con una biblioteca de la que más vale alejarse, habida cuenta de que todo el que ha ido se ha llevado su "libro favorito". No es que esté el firmamento limpio de basura, está toda esa chatarra espacial, y habrá quien haya hecho cálculos: algún emprendedor de esos con jeta para atreverse a pedir una subvención para montar allá arriba un negocio de desguace satelital. No importa, entendí perfectamente lo que estas dos personas querían transmitirme con lo del cielo: sólo anhelan despegar. Y pirarse. Con un "ahí os quedáis". Y esta es la despedida más cortés de las que tienen preparadas.

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