Tinta y borrones

Desconectar

Toda Europa sigue el desafío catalán y a veces es más fácil desconectar del tema sin salir de casa

Lubliana, Eslovenia, 30 de octubre. La portada del periódico local Dnevnik es una foto de una de las manifestaciones celebradas el día anterior en Cataluña en poyo a la unidad de España. Katalonja. mnozicne demonstracije v podpor celovitosti Spanije acompaña el titular de la foto, lo que viene a significar, según el traductor de Google: Cataluña. Manifestaciones masivas en apoyo de la integridad de España. Camino de Bled, también en el país esloveno, sintonizando una radio local se entiende en medio de ese idioma del que nunca antes había oído hablar las palabras Puigdemont, Catalonia, Junqueras y hasta Bruselas. Las portadas continuaron algunos días después, tras la marcha del presidente del Govern cesado a la capital belga. Piran, también en la república de Eslovenia, un pueblo de costa muy próximo a la frontera con Italia donde el 1 de noviembre también fue fiesta y las calles estaban repletas de locales y turistas. En uno de sus restaurantes, el camarero deduce que somos españoles y viene la pregunta: "pues está la situación un poco mal, ¿no?". La misma situación se repite en una tienda de regalos y en cualquier otro sitio que permita una mínima conversación en la que se descubra nuestro origen español.

El viaje continúa a Italia, donde en una farmacia de Venecia la dependienta nos pregunta si somos de Cataluña, como si no nos hubiera vendido nada si la respuesta hubiera sido afirmativa. "No, Andalucía". "Ah, qué bien". En Treviso, tres cuartas de lo mismo. Porque desconectar, lo que se dice desconectar del tema catalán parece imposible, ya no sólo en España sino en cualquier lugar de Europa. Puigdemont y los suyos están protagonizando una actuación que nos tiene en el ojo del huracán en todo el Viejo Continente y del que a veces resulta difícil salir.

Mientras tanto, aunque cuesta desconectar, la vida sigue y se puede disfrutar de paisajes como el Lago de Bohinj, el castillo de Predjama, las cuevas de Stockjn o la siempre maravillosa Venecia, que mantiene su esencia pese a la avalancha de turistas. Mientras tanto los amigos siguen ahí, en lo bueno y en lo malo y nos alegramos y sufrimos con ellos, los que despiden a sus seres queridos y los que celebran la llegada de un nuevo miembro. Y, pese a todo, la mejor desconexión aparece sin salir de casa, con una simple llamada de teléfono, o con un café que se alarga hasta la madrugada.

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