Imagina que vas por la calle comiendo mandarinas y cuando acabas te encuentras que en las manos tienes un montón de mondas que quieres tirar. Te das cuenta de que la papelera está lejos y lo siguiente que haces es mirar al suelo. Si ves que en el suelo hay más basura, la probabilidad de que las tires al suelo aumentará; pero si ves que en el suelo no hay un solo resto de basura, posiblemente te lo pienses antes de tirarlas fuera de la papelera.

La teoría de los cristales rotos es la que predice que aquellos desperfectos del ambiente van a generar la sensación de que la ley no existe. Por tanto, en una situación en la que no hay normas es más probable que se produzcan conductas de vandalismo. El mensaje es claro: una vez que se empiezan a desobedecer las normas, sean las que sean, que mantienen el orden en una comunidad, tanto el orden como la comunidad empiezan a deteriorarse, a menudo a una velocidad sorprendente. Las conductas incivilizadas se contagian. Y las personas civilizadas se retraen.

Wilson y Kelling lo explicaban así: "Muchos ciudadanos pensarán que el crimen, sobre todo el crimen violento, se multiplica, y consiguientemente modificarán su conducta. Usarán las calles con menos frecuencia y, cuando lo hagan, se mantendrán alejados de los otros, moviéndose rápidamente, sin mirarles ni hablarles. No querrán implicarse con ellos. Para algunos, esa atomización creciente no será relevante, pero lo será para otros, que obtienen satisfacciones de esa relación con los demás. Para ellos, el barrio dejará de existir, excepto en lo que se refiere a algunos amigos fiables con los que estarán dispuestos a reunirse".

Y esto vale no sólo para el orden público, sino para otras muchas facetas de la vida social. Por ejemplo, en política, si se descuidan algunas normas éticas, el ambiente se deteriora. Si se falsea la contabilidad para pagar menos impuestos, mentir a los ciudadanos es más fácil. Si se es desleal con un compañero de filas es indudable que se será desleal también con la ciudadanía.

Vivimos en una sociedad en la que cada semana se mata a una mujer por puro machismo, el bullying sube alarmantemente, la insensibilidad con la que se trata el problema de los refugiados es indignante. La impunidad con la que el presidente de EEUU utiliza un discurso xenófobo y excluyente debería sonrojar a más de uno. Miedo dan estos primeros cristales rotos.

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